Patxi, el hijo del farmaceútico, languidecía.
Aquellas montañas le ahogaban, y el pueblo se le encogía. Miraba hacia el infinito mientras apoyaba su brazo perezosamente en el alféizar de la ventana de su habitación.
Suspiró. Hizo ademán de buscar algo en el bolsillo de su camisa, luego en el pantalón.
No perdía de vista las montañas. Las montañas no le perdían de vista a él... Giró sobre sí mismo. Al acercarse a la mesa de trabajo tropezó con algo. Era Luna, el hermoso ejemplar de Golden Retriever hembra que dormitaba apaciblemente sobre la alfombra. El rum rum del ordenador encendido era como una nana ronca y constante. Luna dormía.
Encontró lo que quería y volvió a la ventana.
Lenta, muy lentamente, y sin perder de vista ese horizonte omnipresente en todos los actos de su vida, sacó un cigarrillo, lo encendió y aspiró una larga bocanada... Miró la cajetilla, acarició el nombre con el pulgar: CAMEL...
El camello, o dromedario, o lo que quiera que fuese, le hizo viajar al desierto del Sahara por un instante.
Luna se revolvió entre sueños, abandonándose de nuevo a la sonrisa de la felicidad animal. Esa perra era el único ser vivo que le entendía... ¡si hasta le hablaba! Patxi hablaba con su perra, y ésta... ¡le contestaba!
Ser hijo del farmaceútico no era fácil asunto. Requería mucho de saber estar y no estar. Y cargar con semejante responsabilidad le hacía tener pensamientos envueltos en formol y respuestas impregnadas de vaselina.
Todos los días tenía necesidad de tomar una aspirina, por eso de la insoportable levedad del ser...
Del ser de ser el hijo del farmaceútico de aquel pueblo cerca de las montañas... impertérritas ellas, que de nada se enteraban.
Iba apurando su cigarrillo cuando, de un brusco salto, Luna se puso en pie, y mirándole con ojos inquisidores le preguntó que a ver en qué quedó el asunto del timbre.
¡El timbre! ¡Se había olvidado por completo! Ahora no era eso lo que le importaba.
Avanzó hacia Luna. El animal le miraba sin inmutarse, y volvió a preguntar.
Patxi sostenía con su mano izquierda la cajetilla de Camel. Con el pulgar acariciaba el nombre, el camello, el desierto...
- Mañana me voy- contestó.
- Pero, ¿y el timbre?- inquirió Luna.
- Marcho de viaje, solo. No te puedo llevar. Cuando vuelva, llamaré al timbre y sabrás que soy yo.
Se volvió hacia la ventana, miró a las montañas. El sol se ponía...
Foto: Aitor Texto: Edurne (entrada publicada en este blog el 29 de mayo de 2007)
Aquellas montañas le ahogaban, y el pueblo se le encogía. Miraba hacia el infinito mientras apoyaba su brazo perezosamente en el alféizar de la ventana de su habitación.
Suspiró. Hizo ademán de buscar algo en el bolsillo de su camisa, luego en el pantalón.
No perdía de vista las montañas. Las montañas no le perdían de vista a él... Giró sobre sí mismo. Al acercarse a la mesa de trabajo tropezó con algo. Era Luna, el hermoso ejemplar de Golden Retriever hembra que dormitaba apaciblemente sobre la alfombra. El rum rum del ordenador encendido era como una nana ronca y constante. Luna dormía.
Encontró lo que quería y volvió a la ventana.
Lenta, muy lentamente, y sin perder de vista ese horizonte omnipresente en todos los actos de su vida, sacó un cigarrillo, lo encendió y aspiró una larga bocanada... Miró la cajetilla, acarició el nombre con el pulgar: CAMEL...
El camello, o dromedario, o lo que quiera que fuese, le hizo viajar al desierto del Sahara por un instante.
Luna se revolvió entre sueños, abandonándose de nuevo a la sonrisa de la felicidad animal. Esa perra era el único ser vivo que le entendía... ¡si hasta le hablaba! Patxi hablaba con su perra, y ésta... ¡le contestaba!
Ser hijo del farmaceútico no era fácil asunto. Requería mucho de saber estar y no estar. Y cargar con semejante responsabilidad le hacía tener pensamientos envueltos en formol y respuestas impregnadas de vaselina.
Todos los días tenía necesidad de tomar una aspirina, por eso de la insoportable levedad del ser...
Del ser de ser el hijo del farmaceútico de aquel pueblo cerca de las montañas... impertérritas ellas, que de nada se enteraban.
Iba apurando su cigarrillo cuando, de un brusco salto, Luna se puso en pie, y mirándole con ojos inquisidores le preguntó que a ver en qué quedó el asunto del timbre.
¡El timbre! ¡Se había olvidado por completo! Ahora no era eso lo que le importaba.
Avanzó hacia Luna. El animal le miraba sin inmutarse, y volvió a preguntar.
Patxi sostenía con su mano izquierda la cajetilla de Camel. Con el pulgar acariciaba el nombre, el camello, el desierto...
- Mañana me voy- contestó.
- Pero, ¿y el timbre?- inquirió Luna.
- Marcho de viaje, solo. No te puedo llevar. Cuando vuelva, llamaré al timbre y sabrás que soy yo.
Se volvió hacia la ventana, miró a las montañas. El sol se ponía...
Foto: Aitor Texto: Edurne (entrada publicada en este blog el 29 de mayo de 2007)
15 comentarios:
Misterioso viaje. Adónde irá, me pregunto... que no puede llevar a Luna, la única que lo comprendía.
Pero me quedo con la esperanza de que regresará... de algún modo regresará.
Saludos abrileros.-
A me dieron ganas de saber también a donde va. Y Luna, ¡que lindo nombre! esperara a que regrese como seguramente lo hará cada vez.
Besos Orillera.
la soledad es como el eco,
rebota en las paredes de la tristeza,
y sibilina serpiente,
busca refugio entre los pliegues,
de la entraña temerosa,
que a su alma esconde.
un abrazo Edurne.
ser hijo del boticario y dialogar con su perra, es cosa difícil, no? ring riing, querida Edurne!
(para que sepas que soy yo!)
¡Excelente, soberbio! como todo lo que escribes, ya sea prosa, o poemas o crónicas de viaje, todo lo haces maravillosamente bien.
Un beso
Un misterios viaje y una atmósfera casi mágica, bonita entrada. Un saludo
Pues yo con lo que me quedo mosca es con el timbre, porque o hay algo que se me escapa o no lo pillo. ¿Lo tienen roto? ¿Está sin poner? ¿Es un timbre que sólo ellos dos oyen?...
Uy, espera, que llaman al timbre.¿Será Patxi? :))
Muxu handi bat, Edurne.
jajajaja lo mismo hizo mi hija cuando vivíamos en Argentina y se marchó a Francia a la Universidad, me dejó su perro de regalo.
Pobre padre, ¡además de farmacéutico tener que cuidar a la Luna del hijo! jajaja.
Muy buen relata, Edurne.
Besos.
ASUN: jajajaja no, es nuevo, es que en el pueblo no usaban timbres, batían las palmas (de las manos) para que los dueños les abrieran la puerta.
Sí, hay momentos que sientes la necesidad de huir de todo, de irte y abandonarlo todo...hasta al perro.
Saludos
Magnífico relato, Edurne, donde se vive esa misma desazón del personaje y hasta la retirada abierta hacia ninguna parte, en busca de sí mismo.
Un relato de peso con expresiones muy poéticas. Felicidades.
TRISTANCIO:
A veces nunca s evuelve!
Esperemos, por el bien de Luna, que este Patxi sí vuelva, y nos aclare lo del timbre!
;)
Un abrazote!
;)
CECY:
Todos estamos intrigados, pero debe de ser un misterio...
Luna, bonito nombre, sí!
Besotes, linda!
;)
ARTADI:
La soledad es muy puñetera!
Tú la has revestido de poesía, pero si la desnudamos...
Besarkada bat!
;)
MIRALUNAS:
Menos mal que llamaste al timbre! Jejejeje!
Yo creo que hay cosas todavía más difíciles en esta vida, y encima seguir vivo!
Muxutxuak!
;)
MIRENTXU:
Eskerrik asko, eskerrik asko!
Muxutxuak, polite!
;)
ELORA DANA:
Bienvenida a esta Orilla!
Y muchas gracias por tus palabras!
Un abrazo!
;)
ASUN:
Ya ves tú, ahora es Patxi el que llama a tu timbre! No, si te digo yo, hasta los personajes se me escapan, no me hacen ni caso!
Jejejejeje!
No hay nada que pillar, lo mejor es dejarse pillar!
Muxutxuak!
;)
MYRIAM:
Los hijos que se van y dejan a los padres con dos palmos de narices, o en este caso, la pobre Luna, que se queda sin que le aclaren el asunto del timbre... vaya vida de perros!
Guauuu!
Besotes!
;)
BLANCA:
Y cómo lo sabes!
Pero no sé, tal vez se aese "timbre" interno que de pronto suena y nos dice: "Schhhhm adónde crees que vas? Ahí quieta parada!"
Chí lo sá!
Un besote!
;)
FRANCISCO:
Es como una huida hacia adelante...
A veces no sabemos muy bien dónde buscarnos ni cómo encontrarnos!
Eskerrik asko!
Un abrazote!
;)
Ser hijo es la primera carga con la que nacemos, pero si además esa carga tiene herencia, eso puede ser insoportable. Es lo que tienen los valles, mucha herencia y poco horizonte.
Un abrazo
Chuff!!
ZENyZERO:
Nacer ya nos pone en la palestra de la vida... insoportable para muchos!
Un abrazote!
;)
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