domingo, 16 de septiembre de 2012

ROJO BURDEOS (Replay)





El regio tapiz que amortiguaba los pasos de todo aquel que entraba en la estancia, quedó teñido con el rojo de la sangre que manaba de la herida abierta, justo en el centro de su inmaculado pecho. Su blanca carne apareció ante los ojos del verdugo como un rubí rutilante y tembloroso…


Nunca hubieran imaginado que ése pudiera ser el fin. Sir Anthony, aún excitado como un caballo tras una larga carrera, sostenía en su mano derecha la daga con la que acababa de herir mortalmente a su joven esposa. Y Lady Catherine sujetaba con su pequeña mano esa vida que se le escapaba mientras su mirada interrogante no se apartaba de la de su marido.


El fuego chisporroteaba en la chimenea haciendo que la escena fuera más fuerte y violenta si cabe. Una copa en el suelo, a los pies de la dama, y el rojo vino derramado, confirmaban que la muerte no estaba esperando para llevarla esa noche. Las botas de Sir Anthony estaban sucias y el suelo había quedado manchado con un polvillo de arcilla que parecía indicar un camino extraviado.

Como todos los días al atardecer y antes del crepúsculo, cuando el sol iniciaba su retirada, Lady Catherine esperaba a su marido. Éste se demoraba después de la cena un buen rato en dar las órdenes pertinentes para el buen funcionamiento de la casa y la hacienda; en poner al día los acontecimientos de la jornada; en darse una vuelta por las caballerizas… O en departir amigablemente con algún invitado que hubiera honrado su casa aquel día.

Su esposa solía esperarlo en la amplia estancia de la torre, donde tenían la habitación conyugal. Lo esperaba leyendo junto a la chimenea y con dos copas del vino más rojo de sus viñedos… Leía, y como el atardecer en aquella época del año ya empezaba a ser frío, se cubría con una fina bata de terciopelo carmesí. El sol había caído hacía poco y en el cielo quedaba, como un rescoldo, el luminoso testimonio de su reinado. Recortados en el horizonte podían verse los extensos viñedos que daban fama a sus vinos, los mejores y más afamados de la región.

La joven Lady Catherine era la única hija de un lord venido a menos a causa de su magnanimidad, y ella había heredado el corazón de su progenitor. Huérfana de madre desde los cinco años, se crió con su padre y el viejo tío Thomas. Su belleza, según iba creciendo, era comentario obligado en todas partes. Sir Anthony quedó prendado de ella un año antes, cuando coincidieron en la fiesta de la vendimia. Desde entonces sus corazones se buscaron hasta que Lord Brahanm accedió a entregar su hija en matrimonio.
Nada enturbiaba la paz, la armonía de la casa, era un matrimonio perfecto, se adoraban y todo el mundo los quería.

Sir Anthony volvió a mirar su daga ensangrentada, teñida del rojo de ese corazón amado. Sus ojos, enloquecidos por el dolor del crimen cometido, paseaban de una a otra esquina de la pieza: del tapiz profanado, del crepitar del fuego, al cobrizo tono de la noche. Del débil aliento de su esposa a su blanca mano luchando por retenerlo…

Había cabalgado durante largo rato después de la cena. Había cabalgado para borrar de su mente las palabras oídas furtivamente, al azar, por casualidad… En su rutina diaria de pasar por las caballerizas escuchó cómo dos mozos hablaban mientras cepillaban unas yeguas. Alguien nombró a su esposa, alguien nombró al Marqués de Saint- Lázare…

No sabe qué ocurrió, no sabe por qué ese nombre entró en su cabeza, en su corazón, como un puñal, como un veneno. Ensilló su caballo y salió al galope. Se adentró en los viñedos destrozando las verdes y doradas uvas… Bramando por dentro. La furia salía como rayos hirientes por sus ojos, y el púrpura de su capa se confundía con el de su dolor. Dio la vuelta y sin pensarlo, irrumpió en la habitación, en el sagrado oráculo de sus noches, con la daga desenvainada. No vio, no sintió, sólo ejecutó las órdenes de su corazón desbocado, descargó la cólera de sus entrañas…

Se derrumbó, cayó junto al cuerpo inerte de su amada. Lloró. Y todo se volvió rojo.



Pintura: Lourdes, mi Blondigemela Texto: Edurne (Texto ya publicado en este blog el 9 de mayo de 2008)

15 comentarios:

Elena dijo...

Qué historia más bonita, todo pasión, amor, venganza..., ¿se puede pedir más? sí, que esté contada con la maestría de una gran pluma.

Felicidades Edurne, me encantó el relato.

Bertha dijo...

Me encanta este relato tan profundo y tan bien narrado.-Así, cómo odio los celos y los celosos y, en este caso que mala pasada le han hecho.

-Gracias que tengo un enlace con tu blog que sino ni me entero...Que comienzo de curso tan, pero tan tenso...

Un abrazo Asun.

Bertha dijo...

...Edurne

MB dijo...

¿Por qué habrá gente tan agresiva?
Te diré que el relato me ha hecho llorar...

Redactas muy bien, anímate y escribe una novela...
Saludos

Myriam dijo...

Terrible que los celos lo enceguezcan a uno de esa manera y que la mujer no haya podido ni siquiera defenderse ( ni él haya contrastado la info)

Venía creyendo que te ibas a referir al vino rojo de Burdeos, y me encuentro con esta historia de pasión, celos y muerte.

Un beso

Edurne dijo...

ELENA:
Cuando escribí este texto tenía que escribir un cuento rojo y otro blanco.
tenía en la cabeza la pintura de mi compañera Lourdes que acababa de ver en una exposición el fin de semana... no lo pensé, me salió así!
Y me gustó!
Y me gusta!
Y me alegra que te haya gustado!
Cuando lo publiqué hace cuatro años y medio, tú y yo no nos conocíamos todavía, por eso, de vez en cuando saco ala palestra viejas producciones, porque los amigos chapoteadores han cambiado (algunos siguen fieles).

Unbesote y eso de "una gran pluma"... ejemmmm!
;)

Besotes y gracias!

BERTHA:
Ya ves, el asunto de los celos es antiquísimo, el "la maté porque era mía", viene ya de cuando los cromañones arrastraban de lospelos a sus señoras y se las llevaban a la cueva y... eso!
Ay!

Ánimo, que diciembre llega... dentro de tres meses, jejejeje!
Besotes!
;)

BLANCA:
Muchas gracias por tus palabras, pero eso me parece que son palabras mayores. No soy eswcritora, y tengo mucho respeto por los que sí lo son, lo mío es pura afición y placer... que me quede más o menos bien, ya es otra cosa...!

Ánimo y mucha suerte con todo!
Un fuerte abrazo!
;)

MYRIAM:
Sí, suena a vinos el título, es que es lo que me vino, el color del Burdeos, y es tan bonito...

Pasión, celos, venganza, y yo qué sé!
Besotes!
;)

Cristina dijo...

¡Claro que eres escritora!
Y muy buena .
Y no lo digo porque seas mi amiga .....
"eso"te lo mando el jueves ( ha habido problemas con el material de Villaconejos)

Jabo dijo...

Yo también pensé primero en el vino de Burdeos ( que tanto me gusta). La historia es francamente buena.
Abrazo. Jabo

TORO SALVAJE dijo...

Sin duda merecía su republicación.

:)

Besos.

Edurne dijo...

CRIS;
Tú que me ves y me lees con ojos de amiga y galligemela...
Se agradece el entusiasmo, no creas!

Lo de Villaconejos, tiene delito, de lo rico que es! Y al material que fabricas con ello... también dan ganas de comérselo!
Tranquila, que puedo esperar un par de días más antes de subirme por las paredes, jejejeje!

Besotes cacareantes!
;)

JABO:
Has vuelto, bienvenido!
El vino de Burdeos, pues sí... sólo con el nombre!

Gracias!
Un besote!
;)

TORO:
Pues ya está, por eso lo he rescatado!
Gràcies!

Petons, Toro!
;)

Angeles dijo...

Ufff los celos pueden ser mortales como en tu relato. Disfruta la tarde y ya nos contarás :))
Un beso

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Hay colores que merecen la pena...
Besos. Me pongo al día con tu blog.

Edurne dijo...

Los celos carcomen y enferman, no sólo al quelos padece sino también a quien es objeto de ellos...
Fuera celos!

la tarde fue muy bien, como todos los años. Un momento de encuentros, de desahogo, de complicidad, leyendo textos, unos teatralizados y otros con cuentacuentos... Muy divertido, la verdad!
Y yo, en el ajo!
;)

Besos, guapa!

PEDRO:
El rojo Burdeos es uno de ellos, sin duda!

Ay, yo también tengo que actualizarme con los amigos y conmigo misma con la que más!

Besos!
;)

Francisco Espada dijo...

Te pido perdón por llegar con tanto retraso, por hacerlo cuando la sangre es ya sólo rencor eterno en el corazón paterno. ¿Sabes por qué te admiro, Edurne, porque escribe como a mí me gustaría hacerlo, porque lo haces cómo los clásicos: con solvencia, sencillez, elegancia...
¡Felicidades!
Besos

Edurne dijo...

FRANCISCO:
Que sí, que le ciega a usted el cariño que me tiene, caballero! Los clásicos, dice, ayyyy, que esas son palabras más que mayores!

Pero su entusiasmo lo recojo yo y me alimento de él, así que intentaré superarme.
Muchísimas gracias, ya lo sabes, querido amigo, siempre estimo tus visitas y tus palabras!
La admiración es mutua!

Un besote y a ver, a ver si descansas algo, que has vuelto y sigues todos los días con las crónicas moscovitas...

Es usted incombustible, don Paco!
;)