sábado, 26 de enero de 2013

CARTAS A RICARDO (y III) (Sujetas a reformas)




                                                                              Hola, Ricardo:

Ha pasado mucho tiempo desde que volví a Argentina. Huyendo, sí, ahora puedo decirlo: huyendo de ti, de mí, de Marta y de mi madre. Huyendo de esa nube espesa de amor, pena, culpa, rencor, traición… Sé que hice lo correcto, de lo contrario habría muerto de angustia, engullida en esa espiral que habíais creado y en la que me dejé mecer durante tantos años. Haberme quedado nos habría traído más problemas.

¿Eres consciente, Ricardo? ¿Eres consciente de que las vidas de tres mujeres dependen de ti? Creo que no, aunque a veces te veo como un auténtico depredador, frío y cruel. Te odio, Ricardo. En mí se conjugan muchos sentimientos y uno de ellos, tal vez el más importante, es el odio. Has destruido tres vidas, si no contamos la tuya, que también lo está, pero tres son las que me importan: la mía, la de mi madre y la de Marta.

Marta, mi madre y yo. Tres mujeres enamoradas de ti hasta los tuétanos. Tres mujeres unidas por lazos de sangre. Tres mujeres de diferente edad. Tres mujeres que estoy segura, para ti formaban el ideal de una sola. Por eso tal vez, y a tu manera, nos has querido a las tres, aunque nos hayas utilizado, manejado, jugado con nosotras...
Marta, sabedora de la historia que tenías con mi madre, se volcó en mí como forma de derramar todo ese amor que sentía por vosotros. Y después aprendió a quererse a ella misma. Gracias a ella tomé la decisión de dejaros y regresar a Argentina.

Mi madre, sospechando que Marta sabía y que yo también había sucumbido a ti, quiso disuadirme. Me prometió dejarte para alejarme del peligro, incluso me propuso volver aquí juntas… Pero no, tú eras más fuerte que todo, más fuerte que cualquier otro amor, incluso del materno y prefirió arder en las llamas de un amor prohibido y que estaba abocado a no llegar a buen puerto. No le importó sacrificarme a mí también. Estaba enferma de amor. Y sabía que más tarde o más temprano también lo estaría de verdad, la enfermedad hereditaria estaba asomando, tal vez Marta y yo misma la heredemos, y entonces tú serás el único testigo de nuestra verdad. Ahora ya no hay remedio, el final es inminente.

Cuando te conocí, mi corazón de niña sufrió su primer envite. Intenté desterrarte de mis sueños sin demasiado éxito. Mientras, Marta me acogió como si de una hermana mayor se tratase. Mi madre necesitaba mucho cariño, apoyo… ¡Y lo tuvo, ya lo creo que lo tuvo! Tu ayuda fue primordial para poder liquidar todo el asunto de la herencia de mi padre e instalarnos definitivamente. También que nos tomaras bajo tu tutela directa nos dio seguridad. Mi madre volvió a sonreír, parecía otra, no, parecía la que había sido, solo que más viva. Yo no veía más allá de mis propios deseos y viví esos primeros años angustiada por un sentimiento de culpabilidad que me hizo ser una adolescente taciturna y encerrada en mí y mis propias fantasías. Pasaste a formar parte de nuestras vidas como el aire que necesitábamos para respirar. Nos eras totalmente imprescindible. Si no era con Marta, eras tú solo el que nos visitaba, y nuestra casa, esa vieja casa de la abuela que tanto miedo me daba, se volvió luminosa de pronto. Tu presencia la iluminaba, tu risa… Pero cuando no estabas, mi madre irradiaba esa luz que yo no sabía explicarme de dónde le nacía, y la casa quedaba esperando tu vuelta, lo mismo que nuestros corazones. Siempre había un pretexto para que os dejarais caer por allí, y si no era así, nosotras lo inventábamos. Cada día lo vivía como un castigo, tú no podrías ser mío nunca. Al principio no supe ver la realidad. Hasta aquel día…

Habían pasado cinco años de nuestra vuelta, para entonces yo llevaba escondida en mi corazón la pena de un amor que nunca sería correspondido y la certeza de una traición. Demasiado sufrimiento para una joven como yo. No sé qué ocurrió entre vosotros aquel maldito mes de enero, entre mi madre y tú. Solo recuerdo que ella casi se vuelve loca, estaba fuera de su cuerpo y de su mente, era como un alma errante en un mundo extraño, apenas una sombra de lo que era. Recuerdo a Marta cada vez más delgada, más cómplice de su propia pena, sonriendo sin creérselo. Y te recuerdo a ti aquel día, sentado en el sofá de nuestro salón esperando a que mi madre, recluida en su habitación, te mirara, quisiera verte y hablarte. Recuerdo tu cabeza aprisionada entre tus manos, el pelo alborotado y tu sonrisa forzada. De pronto levantaste la mirada que mantenías clavada en los dibujos de la alfombra y me viste. Yo acababa de llegar de la universidad y estaba parada en la puerta, muda, atrapada en aquella atmósfera irreal. Hacía un frío terrible, la casa estaba helada, como yo, por dentro y por fuera. Me miraste y me viste. Te levantaste, caminaste despacio hacia mí, apartaste el pelo de mi cara, cogiste mis libros, mi bolso, lo dejaste todo encima de la consola y… ¡me besaste! Creí morir. Hoy sé que no era a mí a quien besabas, sino a mi madre.

Y sí, fue una muerte lenta que duró  hasta que me deshice de tus garras de crápula. Has chupado mis ilusiones, mi juventud, mi inocencia y me has regalado sueños oscuros y futuros sin horizonte. Necesitabas sangre joven para renovar tu pacto con el diablo. Tu encanto salió a flote de nuevo y todo siguió igual que siempre. Tu mujer intuyó lo que estaba pasando, y mi madre solo supo que estaba enamorada de ti. Nunca supieron que mi enfermedad era más grave de lo que parecía y que me estaba desahuciando.

No sé si para ti todo esto ha sido un juego nada más. Quizá solo te has dejado querer, pero nos has arrastrado como la marea arrastra todo lo que se pone en su camino aun a sabiendas del daño que nos estaba causando a todos esta relación. Nos  convertimos en tres inocentes moscas atrapadas en la tela que habías tejido tan sutilmente.

Me he decidido a escribir esta carta porque ya ha pasado el tiempo suficiente, porque mi madre va a morir de un momento a otro y porque en pocos días tendré que enfrentarte. Prefiero que sepas todo el dolor que me ha causado quererte, aunque tú pensabas que era el capricho de una niña mimada que necesitaba la figura de un padre… No, la figura paterna es la que siempre ha sido, la de Guido, mi maravilloso padre. Nunca he necesitado sustituirlo, pero sí he necesitado un hombre como tú. Lástima que llegara la última al reparto de tus sonrisas, de tu cariño… Yo necesitaba AMOR y PASIÓN con mayúsculas y eso ya lo habías regalado antes. AMOR a Marta, porque estoy segura de que en el fondo todavía la amas. Y PASIÓN a mi madre, que te envolvió con la suya, totalmente desagarrada por la vida, con su vitalidad . ¿Y para mí? Para mí quedaba el cariño de un hermano mayor, de un padre sustituto, de…

Ahora estoy tranquila. Mi conciencia está en paz. Con mi madre pienso enterrar mi pasado, y pienso enterrarte a ti. Cuando nos veamos no intentes ningún acercamiento, Ricardo, ahora soy una mujer nueva y fuerte. Solucionaré mis cosas y volveré aquí, donde he encontrado mi sitio. Solo deseo que tanto Marta como tú encontréis la paz.
                                                       
Liliana


Texto: Edurne  Imagen: Internet

9 comentarios:

Bertha dijo...

Liliana, esta cómo más dolida porque: le echa en cara que con su aptitud de cràpula le ha chupado su juventud y sus ilusiones...vamos que le vampirizó su vida.Hasta que ella pudo reaccionar y huir.

Cuanto poder de seducción tiene Ricardo.

Un abrazo Edurne.

Elena dijo...

Jo, ni el mejor guión de una telenovela venezolana. ¡Me encanta!
Esa pasión, la intriga, las traiciones en la propia familia...
Felicidades Edurne.
Un beso.

Francisco Espada dijo...

¡Pero qué forma de narrar tan espléndida, Edurne, qué maravilla de género epistolar nos has regalado en estas tres entregas!
Cada día doy gracias a Dios por haberte conocido, por este trato frecuente que tanto me alimenta.
Besos

Antorelo dijo...

Me encanta la fluidez de tu prosa.
Buen relato.
Un abrazo

Chelo dijo...

Tres punto de vista del amor hacia el mismo hombre¡Fenomenal!
Cartas duras y sinceras y, como no se podia esperar menos, muy bien llevadas.
Un abrazo

Edurne dijo...

BERTHA:
Este Ricardo...
No sé yo si me ha salido como quería, pero bueno, como están sujetas a reformas... eso!

Gracias, guapa!
Besotes!
;)

ELENA:
Jejejejeje, chévere!
ya te digo, seguro que da para mucho una trama de este tipo!

Muchas gracias!
Besotes!
;)

FRANCISCO:
Yo también soy agradecida y me encanta que personas tan enteras pasen por mi Orilla con una fidelidad envidiable!

Muchos besotes, caballero!
;)

Edurne dijo...

MARTA:
Las gracias tengo que dartelas yo pues me has dedicado unas palabras que no sé si merezco... eres muy generosa, de verdad!
Y además una valiente!

Adelante con la vida, guapa!
Molts petons!
Muxu asko!
;)

ANTORELO:
Pues mire usted que bien!
Agradecida le quedo, caballero!
Un beso!
;)

CHELO:
El amor es tan enrevesado, que las formas y modos en que se nos manifiesta, a veces distan mucho de lo que hubieramos esperado o deseado...
Estas tres cartas, son tres ejemplos.

Muchas gracias por tu visita y tus palabras!

Un besote!
;)

Nerim dijo...

Querida Edurne, tiempo ha que no pasaba por este tu blog. He leido las tres cartas seguidas y te felicito sinceramente por esa forma de narrar y por la belleza de tus letras, con la que has expresado tanto amor, tanta pasión y tanta entrega.

Excelente las tres cartas, como para volverlas a leer una y otra vez, cosa que haré sin duda alguna.

Un beso muy fuerte

Edurne dijo...

MIRENTXU:
Pues sí, la Orilla y yo te echábamos de menos, ya ves, aunque sé que estás también muy ocupada, tranquila!

Gracias por tus palabras, siempre tan cariñosas y bonitas.

Muxutxuak!
;)