Tal
y como reza el subtítulo de entradilla, el tiempo es mi enemigo, sí, lo
corroboro, día a día. Todo lo que voy a contar —someramente— ha ocurrido ya.
Vivo buscando en el pasado, en el pretérito más cercano. Ya sé que las cosas
así contadas pierden efectividad, frescor, dejan de ser novedosas… pero es lo
que hay en mi día a día: pesadez, pena, vacío, trabajo, mucha responsabilidad,
tristeza, decepción, miedo, dolores —de cuerpo y de alma—, empacho por tener
que tragar lo que llevo dentro, por no poder expulsarlo, hablar de ello,
desahogarme, buscar consuelo (muchas personas de mi entorno no me dejan estar
triste, no quieren que hable, que recuerde, que me libere, que llore… no me
dejan, no saben manejarse con mi duelo, tratan de obviarlo, de mirar hacia otro
lado, no preguntan, no me ofrecen su hombro, su tiempo — pequeño espacio
temporal— para ser la que soy en estos momentos de mi vida…) Por eso el tiempo
me pesa más, por eso los días son grises y las noches eternas. Y por eso trato
de que crean que soy la de siempre, para que se sientan tranquilos, para no
comprometerlos… Pero es mentira, no soy la misma, por dentro estoy rota, mi
pegamento es muy frágil y al mínimo desgarro, el parche se suelta. Esto también forma parte de mis Crónicas.
Y
los días van, y los meses vienen. Invierno, primavera... llega el verano. Pasó
la Semana Santa e hice una escapada al Foro, para mantener de alguna forma la
normalidad que llevaba marcando el ritmo de mi vida. Y volví al trabajo después
de bregar con ventanillas, papeles y funcionarios, trabas burocráticas,
injusticias e incomprensiones varias, y todo mordiéndome los labios y sujetándome las entrañas,
conteniendo las lágrimas de oficina en oficina. Y son cuatro meses ya los que
la nueva Edurne intenta caminar por los adoquines de la ciudad que se ha
abierto ante mí desde los umbrales de la muerte. Mucho tiempo. Nada.
Contradicciones. Parece que fue en otra vida. No. Es, ha sido en esta que vivo,
en la única que tengo y conozco, en mi vida.
La
Semana Santa me trajo un poco de adelanto primaveral, o más bien veraniego.
Sol, calorcito y cambio de escenario. Cuatro días. Suficiente. Moverse un poco
y ver lo que no ves todos los días, aunque también forme parte de tu vida...
ayuda.
Museos.
El Prado. “Las Furias, Rubens, La biblioteca
del Greco…” Yo solo les nombro, les dejo mi entusiasmo de siempre por
todo lo que sea arte, cultura... y les invito a acercarse.
Alcalá de Henares. Tenía
ganas de volver. La última vez, hace unos años y también en Semana Santa, llovía
de lo lindo. En esta ocasión, tregua, sol, calor y mucho ambiente. Y cigüeñas.
111 parejas de cigüeñas en la ciudad. Me asombran y fascinan las cigüeñas con
esos nidos gigantescos y tan bien trenzados, con sus picos, sus cloqueos y sus
cortejos, su fidelidad…
Y Don Miguel, el manco más ilustre, que
nos esperaba con sus amigos más íntimos, Don
Quijote y el bueno de Sancho.
Nos abrió el de Cervantes su casa convertida en museo; y por allí anduvimos, dando vueltas, leyendo
cosas, curioseando… Ya en la calle, posamos en el banco más visitado de la
ciudad.
La
evolución humana. La cuna de la humanidad. Nuestra Historia y los hallazgos más
cercanos de la Comunidad de Madrid. El Museo
Arqueológico Regional. Ya lo conocía, pero siempre me gusta volver a
ciertos sitios.
¿Una
de cine? ¡Claro, estaba obligado! Y más después del fracaso de marzo… Había que
ver la peli más taquillera del cine español. La de “Los ocho…”. Confieso que esperaba mucho más, tanto blablablá acerca
de la cinta que no sé, ni que fuera para Óscar. Pero bueno, me reí a gusto, el
cine estaba lleno a rebosar y cuando
terminó la peli, la gente aplaudiendo, algo que nunca había visto, eso me hizo
reír más. Una ya está acostumbrada a los tópicos de los que hace alarde el film,
pero comprendo que los de otros lugares no, y que todo les produzca una risa
instantánea. Es verdad que la hora y pico que dura la proyección está repleta
de gags típicos, tópicos ya conocidos, y hasta asumidos, aunque no siempre sean
ciertos, pero ni por parte de los vascos, ni por parte de los andaluces. Es una
película muy graciosa, la verdad. Karra Elejalde
(y ya aprovecho para aclarar, por si alguien no lo sabe, de dónde le viene a
Karra el seudónimo: de pequeño le llamaban karramarro,
que es un cangrejo muy pequeño, y con eso se quedó. Él en realidad se llama Carlos,
y es de mi quinta, incluso diez meses más joven que yo) está que se sale, lo borda,
como la Machi, otro crac. Nada, a
ver “Ocho
apellidos vascos”, que todos estamos necesitados de risas y desahogos.
Los
libros me rodean por todas partes, aunque en esta época les preste poca
atención por razones obvias. Una vueltita por Moyano buscando un librito que
me ha traído por la calle de la amargura y que quería haber leído por varias
razones. El libro en cuestión: “Rosa Fría, patinadora de la luna” de
María Teresa León, la que fuera
compañera de Alberti, mujer
interesantísima en todas las facetas de su vida, a mas de bellísima. Pues nada,
agotado, no lo encuentro por ningún lado, ¡ni allí! Pero con más tranquilidad
haré uso de los resultados de mis pesquisas para hacerme con él más adelante…
La Nothomb, Amélie, una mujer y escritora
muy singular. O te enganchas a ella, o la dejas por imposible. He leído
bastantes cosas de ella, incluso la he leído en francés, y a ver si me animo y
el próximo que le lea lo hago también en la lengua de Molière. En esta ocasión el elegido fue “Barba Azul”, una
encantadora fábula moderna que no pienso desvelar, porque la recomiendo para
todo aquel que piense que la amiga Amélie merece la pena. Chapeau!
Y
en mi viaje de vuelta me traje otro libro comenzado, “Escríbeme una foto” de David Torrejón y publicado por Ediciones
La Discreta, pero que… no he retomado
desde que volví, o sea, que llevo un mes sin leer nada en formato “libro de
verdad”. Para llorar. Y mientras, no vean ustedes cómo se me acumulan los volúmenes en mesas y
estanterías… para llorar también.
Bilbao,
mi Botxo, es el que me ve todos los días, y el que se sabe de memoria cómo
camino cada día. Hoy hace un día que más parece de invierno que de primavera
avanzada, pero hemos tenido también días muy bonitos, soleados y acalorados,
que esto no es como dicen algunos, tan húmedo, frío y lluvioso…
Tenemos
varios museos en la ciudad, todos ellos de sobrada y reconocida calidad, y que
aunque sean pequeños (lo digo por la lógica correspondencia entre el tamaño de
la ciudad y las pinacotecas…), no adolecen de firmas sobradamente afamadas. A
mas del mundialmente conocido Guggenheim, y artífice del boom de Bilbao en los
últimos tiempos, está nuestro Museo de Bellas Artes de toda la vida, el Museo
del Parque (el parque de Doña Casilda de Iturrizar, o el familiarmente llamado
Parque de Los Patos), considerado como la segunda pinacoteca del Estado después
del Prado. Ciertamente merecida su consideración, ya que es un museo muy bien
provisto y estructurado, que abarca todas las épocas y que tiene justos representantes
de las distintas corrientes artísticas entre los cuadros colgados en sus
paredes.
El
alemán Markus Lüpertz nos ha dejado
ver parte de su fecunda obra durante estos últimos 50 años. Pinturas,
esculturas, bustos y dibujos en un total de 91 obras, nos han llevado de la
mano por el mundo de Lüpertz. Un mundo muy particular. En Bilbao ya
disfrutábamos de una de sus creaciones, Judith, en el Paseo de Abandoibarra. La exposición ya terminó el
pasado día 19, así que no puedo decirles que vayan a verla… Ahora tenemos
otras, de las que ya les hablaré más adelante.
Y
como este año estamos celebrando el año de El
Greco, en Bilbao, no íbamos a ser menos, y nos hemos sumado con un estudio
exhaustivo de los dos “Grecos” que lucen en nuestro Bellas Artes desde hace
muchísimo tiempo, “San Francisco en oración ante el Crucificado” y “La
Anunciación”. Estos cuadros los pueden ver siempre, pero con esta
presentación especial y especializada... hasta agosto. Están a tiempo.
Por
lo demás, La Ría siempre es la misma y es otra cada vez que la miras. No sé,
tal vez sea algo que solo me pasa a mí, o a los del Botxo, que la miramos
arrobados y nos parece única cada día. La Ría y sus paisajes de margen
izquierda y margen derecha, sus símbolos de antaño, sus reclamos de hoy… Sí, es
única y algo muy parecido al Ave Fénix. Hasta la visitan las musas, y si no me
creen paseen por el estanque del Euskalduna, donde Dalí dejó que Terpsícore, la musa de La Danza, nos
deleitara con una pirueta estática. Una delicia.
Mi
vuelta a clase me ha revolucionado más. Me lo he encontrado todo bastante
alterado, y solucionar ciertos desaguisados a estas alturas de curso, cuando
todo el pescado ya está vendido, o así debiera ser, me cargan con responsabilidades
que no me queda más remedio más que asumir, aunque no me pertenezcan. Estoy
bastante disgustada, para qué voy a negarlo. Salgo todas las tardes como si
volviera de La Guerra de los Cien Años. Ahí también estamos peleando. Menos mal
que ya queda poco, hasta el 30 de junio, a tope. Y una que está como está… Pero el motor sigue en marcha, con mucho desgaste, ¡pero en marcha!
En
fin, que yo les decía que poquito les iba a contar, pero, ya me conocen, me pongo
y hala... ¡ancha es Castilla!, cosa cierta por otro lado…
Creo
que voy a colgar estas Crónicas de ambas orillas ahora mismo, y las
ilustraciones a mis palabras que me dé tiempo… Ahora tengo que cenar y luego corregir. Gracias por
la paciencia que me tienen y una feliz semana para todos.
Fotos:
Antonio y Edurne. Folletos y entradas museos, de los mismos. Imágenes de Salieri de Lüpertz y sala exposición de los Grecos: de la web del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Escaneado libros:
Edurne. Cartel película y portada libro "Rosa Fría...": Internet