Cuando
las manos acarician los contornos del abismo,
los pies se sublevan y
el corazón galopa al máximo y más,
mucho más de lo permitido por la razón
y la decencia.
Entonces miro dentro de la boca de lobo
en que se ha convertido mi día a día,
en el fondo de esa cueva húmeda
de tanto llanto,
en las entrañas de esa gruta oscura
de tanta
duda.
Miro cuando nadie me mira,
cuando todos duermen
en la paz de sus sueños fingidos,
cuando mis temores se vuelven visibles
y se alían con la realidad más oculta.
Abro las cancelas,
descorro cerrojos y
elevo puentes.
Entro al galope,
montada en el blanco corcel de mi verdad
diáfana y argentina.
Y allí, en medio de la inmensa nada,
imploro la ayuda de todo el Universo.
Solo entonces
me busco,
solo entonces
solo entonces
me encuentro,
y,
solo entonces,
solo entonces,
grito.
Pintura: “El grito” de Edward Munch, ahora en el Thyssen de Madrid. Texto: Edurne
6 comentarios:
Menos mal que te encuentras. Un abrazo
Hay que gritar a diario, pero no hacia la boca del pozo sino subiendo a un cerro. Y bien fuerte. Contra el viento.
Besos.
Si el grito precede al encuentro, todo va bien. Lo malo es cuando va primero el encuentro, lo que quiere decir que no te ha gustado lo que has visto, aunque se trate de ti misma ante el espejo. ¡Qué horror!
Besos.
Hay gritos.
¡Grita si te hace bien!
Un abrazo
ANTORELO:
Sí, todavía me encuentro, todavía sé muy bien quién soy.
Gracias!
abrazos.
;)
PEDRO:
Gritar, grito todos los días. Hacia arriba, a los costados, contra el viento, para mis adentros... Grito, grito y grito.
Gracias y besos.
:)
PACO:
El grito surge por las angustias de la vida, por lo mal que me está tratando contínuamente...Y no, no me gusta lo que me enseña.
Un beso.
;)
ABEJITA:
Grito, ya lo creo que grito, y suelto irritzis y todo!
;)
Gracias!
besos.
;)
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