domingo, 22 de mayo de 2016

CURRICULUM VITAE (II) "De nuevo Eva" (Replay)


* Conviene leer antes, o recordar "La tentación de Eva"

Eva Laínez.
48 años.
Soltera.
Periodista.
Madrid.



No puede decirse que mi vida sea monótona y aburrida. Todo depende del cristal con que se mire, claro. Dices que eres periodista, que trabajas en una de las emisoras de mayor audiencia nacional, que conduces un magazine de cuatro horas diarias desde el que puedes hasta sentar cátedra, que eres un personaje conocido y respetado, que asistes a cuantos eventos te inviten y se precien de tener una categoría, que tienes un caché… ¡y la gente ya quiere ser tú! Pues no, que no lo quieran, que hasta yo estoy harta de ser Eva Laínez.



Hoy tengo la entrevista con el mequetrefe del otro día. Estos tipos que ocupan un cargo cultural en la Administración, y que han saltado al panorama social gracias a un boom literario… ¡me enferman! Y éste no es la excepción. En la entrevista previa ya se dejó caer, vamos, que ya se le vio el plumero.

Pero ahora mejor termino mi desayuno, ya son las 07:30. No he dormido muy bien y presiento que la mala leche va a ser la protagonista del día. Para colmo tengo que pasar la ITV al coche, llegaré tarde a la emisora. Voy a llamar a Joserra para que se encargue él de los teletipos de esta mañana, ya los revisaré yo después.
La verdad es que no sé porqué sigo aún con esta tartana de coche, no me da más que problemas pero bueno, tampoco he de impresionar a nadie, así que lo del coche es algo secundario.

Voy tarde, hoy tampoco tengo tiempo para maquillarme, y además, he perdido la costumbre, tampoco es imprescindible, a través de las ondas, nadie me ve, no tengo que epatar por mi aspecto físico, mi cabeza es la que impresiona, es mejor así… Pero hoy, hoy me apetecía “iluminarme” un poco.

Son las once y entro en la emisora con cara de pocos amigos. Pedro, el vigilante del parking se ha percatado y tan sólo me ha saludado con un arqueo de cejas, se lo agradezco, no tengo ganas de perderme en afirmaciones tontas sobre el estado de los cielos y el frío madrileño.

Parecerá una tontería, pero la entrevista de esta tarde me tiene un poco nerviosa. Según subo en el ascensor me miro en el espejo, de reojo primero, y descaradamente, después. Ya sé que dicen que parezco ambigua, que mi aspecto es un tanto andrógino. Mejor. Pero a mí me gusta. Me quito las gafas, ensayo una sonrisa, más bien una mueca, y me interrogo mirando a esos ojos azules, fríos como el acero, que me observan…

No me da tiempo a responderme, la puerta se abre y allí está Pepa con las carpetas. Me saluda efusivamente, como todas las mañanas y como es habitual en ella, esta chica es así, emocionante, efusiva… le doy una palmadita en la espalda y le dedico un “ánimo, compañera”, como siempre.

Hoy no es un día cualquiera, está claro, y ahora que lo pienso, no recuerdo con qué pie me he levantado, tampoco sé si este detalle tiene alguna importancia en nuestras vidas…
Me encierro en mi despacho. Esta mañana ya tengo acumuladas tres carpetas, gruño, así, para mí, pero gruño.

Reviso toda la información sobre el escritor de moda, me la sé de memoria. Seguro que tengo más datos sobre la vida y milagros del interfecto que él mismo. Cierro la carpeta con rabia. No me gustó su forma de mirar, de mirarme… Hoy le daría un poco de su propia medicina.

Las dos y media, Mamen, mi subdirectora, me da un toque: “¡Hay que comer, Evita!” Comemos y me siento algo mejor. ¡Ahora que me den a mí directores de Bibliotecas con premios literarios… que me den!

¿Y ahora por qué lloro? Si ya ha pasado todo, si ya he resuelto la situación satisfactoriamente, como siempre, si Eva Laínez es mucha Eva Laínez…
“El pez grande se come al chico”.
¿Y por qué estoy aquí, agarrada al volante de este coche que odio, y encima llorando?

El tráfico por O’Donell es intenso y por eso me gusta atravesarlo y venir a parar a la parte trasera, siempre encuentro sitio cerca del Hospital Infantil. Respiro y espanto mis fantasmas.

Hoy ha terminado el día raramente. Al final sucumbí a la tentación.
Cuando apareció de nuevo… él y su sonrisa, él y sus ojos, verdes como esmeraldas… ya, ya sé, a veces soy capaz de volverme de lo más cursi.
Y aquel sitio tan decadente, la música, el alcohol, mi soledad, la suya, o… ¿la vida misma?
Hoy he roto la norma y no sé si quiero restituirla.

* Conviene leer antes, o recordar "La tentación de Eva"

Texto ya publicado en esta Orilla el 5 de julio de 2009

Pintura: Antonio Texto: Edurne

4 comentarios:

Bertha dijo...

Después de leer primera y segunda parte, me viene en mente que eso de tener dos caras y esa rabia contra los hombres por querer jugar a ser igual creo que es un craso error.Cada uno es como es y se puede complementar divinamente.Vamos que no se perdona ser una mujer con sus limitaciones querer y dejarse querer.Ese es el precio de ser una triunfadora en su trabajo pero la parte humana la tiene bastante chunga.Le falta autoestima y de las de peso esa que no compite pero si que brilla como persona.

Besos feliz semana Edurne.

Santiago Tristán dijo...

No creas, ni por un minuto, que te he olvidado... solo que la vida da muchas vueltas. Mi abrazo, compañera de palabras.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Uno debe completarse antes de mirar a otro.
Me ha gustado este relato.

Edurne dijo...

BERTHA:
Hay mucha gente que tiene una doble cara, lamentablemente.
Y la autoestima...

Besos y gracias por tu paso!
;)

FABIÁN :
Profe! Cómo olvidarse! Echo de menos tus relatos llegados del otro lado por entre esos malditos recovecos...
Un abrazo grande!
;)

PEDRO :
Usted siempre tiene razón, profe, pero eso de completarse antes, a veces cuesta...
Me alegro de que te haya gustado.
Un beso.
;)