Llegamos a la
docena. No sé si plantearme algo con esto del número redondo: llegar a doce,
completar una docena, cerrar el círculo…
Alguien me dijo
hace poco que estaba bien esto de escribir así, pim pam pum, sin pensar demasiado, solo sentarme ante el teclado y
dejar que los dedos sean los que cumplan el mandato de mi estado de ingenio y creatividad del momento, de ánimo, de mi corazón, de mi sensibilidad o de mi rabia… ¡Pero! Siempre hay un
pero. También me advirtió de que la escritura no es eso, la escritura ha de ser
meditada, revisada… (of course!) Una forma un tanto “sutil” de decir que lo que
escribo no vale nada. Me vale a mí, que es lo único que pretendo cuando me
siento ante el ordenador, porque, para mí y en mis circunstancias, ya es un
logro en sí poder sentarme un ratito, como mucho una hora, y aprovechar que en
ese momento un pequeño torrente pasa por mis entrañas y necesita salir. Lo
aprovecho, claro que sí. Yo soy así. Es mi necesidad, es mi triunfo. Solo eso. Cuando
pretenda dedicarme en serio a escribir, aprovecharé ese “don” de la
espontaneidad que me ha sido concedido.
Antes ponía yo el
vídeo de “Resistiré” porque me identifico totalmente con esa letra. Ahora más
que nunca está vigente en mi vida ese mensaje, así que sí, resistiré.
Hoy estoy en uno
de esos momentos de dejar que lo que llevo dentro se desborde. Ya he dicho
muchas veces que no soy escritora, solo soy una humilde escribidora, una niña, una
adolescente, una joven y una mujer madura a la que siempre le ha gustado leer y
escribir, que siempre ha necesitado de las letras para poder esconderse y tomar
aire, para poder hacerse valiente, para poder luchar, para salir al mundo y
caminar…
Van pasando los
años (no sé si cada vez pasan más rápido o solo es una ilusión mía) y a veces
pienso que en vez de crecer, lo que hacemos es decrecer. Asusta ver cómo está
todo a nuestro alrededor. Asusta y mucho. A la par, caminamos por una vereda
que cada vez se va haciendo más estrecha y con más obstáculos. Solo los fuertes
de espíritu lograrán hacer el camino sin demasiados sobresaltos, aunque, al
final, todos sabemos qué es lo que nos espera. Ahora somos más conscientes de
ello, ahora tenemos más miedo.
Ha pasado este
2018 con sustos en mi entorno, con mucho agobio, mucha pena, mucho de todo eso
que no queremos que pase, pero que pasa. Nunca sabemos dónde puede saltar la
liebre, ¡nunca! No queda otra que disfrutar de los escasos momentos en que se
nos concede una tregua, en que la vida nos sonríe… Aprovechar hasta el último
instante, porque mañana puede ser diferente. También podemos volver la tortilla
del revés. La diferencia no va solo de bueno a menos bueno, podemos hacer que
quede la cara hacia arriba y no siempre la cruz, puede que nos toque eso en la siguiente
partida, puede que cantemos bingo un rato laaaaaargo… Hay que estar preparados
para todo.
Dentro de un año,
cuando escriba las siguientes “Uvas de la ira”, si es que seguimos aquí, ya
podré decirles que estoy jubilada, que con 60 años recién estrenados y 38 de
servicios prestados a la Administración, me habré ganado un merecido descanso
en mis tareas escolares, aunque nunca dejaré de ser maestra, ¡nunca! Eso será
un punto de inflexión en mi vida, ya lo creo que sí, algo que marcará el
comienzo de otra etapa, una puerta a… ¡A no sé qué! Me mantengo expectante. Tampoco
estoy en condiciones de hacer muchos planes en mi vida, simple y llanamente me
voy dejando llevar por mis días y mis horas. Mantengo los ojos bien abiertos,
los oídos prestos, el corazón protegido lo más que puedo (en cualquier momento
me lo pueden zarandear…), la mente abierta y el cuerpo en las mejores condiciones
posibles. Ahí estoy, vigilante desde mi orilla.
Sé que en todas
partes cuecen habas, o sea, que hay más ojos y más corazones de los deseables,
llorando, pero también otros que están riendo. Nunca coincidimos al mismo
tiempo. Mi amama Mina, que era una mujer sabia, echaba mano de los refranes
para explicarme los entresijos de la vida. Cada día la comprendo mejor.
Tenemos un sol
tibio de invierno, el año se va a despedir luminoso aunque helador. No está
mal. Así que, fiel a mis tradiciones orilleras, que de momento siguen vigentes,
voy a levantar mi copa por todos ustedes, los que me son más cercanos, los que
chapotean por esta orillita desde hace tantos años, por su felicidad y su
tranquilidad, por sus éxitos y también sus fracasos, porque de ellos siempre se
aprende, y eso los hará más sabios. Levanto mi copa por la Paz, por el Amor en
todas sus manifestaciones, por la Solidaridad y la Empatía, por toda la Humanidad…
Cierro los ojos y lanzo mi deseo.
¡Y no se olviden
de ser felices!
¡FELIZ AÑO 2019! URTE BERRI ON!
Foto, postal hecha en clase y Texto: Edurne. Uvas: De la cocina de mi amatxu. Si quieren ver las 11 uvas precedentes, aquí van, por orden de aparición: uvas 1, uvas 2, uvas 3, uvas 4, uvas 5, uvas 6, uvas 7, uvas 8, uvas 9, uvas 10 y uvas 11. Gracias por seguir ahí.
5 comentarios:
Se va este año dejando una gran tristeza en nuestros corazones pero hay que continuar.
Feliz año para ti y los tuyos.
Un fuerte abrazo.
¡Pues, Chelo, por desgracia así es! Pero plantaremos cara al nuevonpara que no se nos suba a la chepa.
Gracias por pasar de nuevo
Besos y Feliz Año!
;)
¡Seguro que este año será mejor! Regreso de mi ausencia. Un beso y feliz año.
Los sesenta te darán suerte. ¡Feliz Año Edurne!
Felicidades por tus treinta y ocho años de docencia, como yo.
Besos
PEDRO:
Eso espero, que sea mejor, en todo y para todos.
¡Ánimo y a por él!
Besos.
;)
ABEJITA:
Ya llevamos la mochila muy llena, demasiado...
Once meses me quedan, ¡once!
Besabrazos, guapa!
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