Y
van trece. Un año tras otro y hemos llegado al número maldito
(yo no tengo nada en su contra, pero esta vez no sé qué pensar), al doce más
uno.
Tiempos
convulsos. Alguien ha dejado la puerta abierta y se nos ha escapado un virus
puñetero y vengativo que anda haciendo estragos por acá y por allá.
Tiempos
del Coronavirus. Todo nos lleva a recordar aquellas plagas y pestes de la Antigüedad:
las siete plagas de Egipto, la peste de la Edad Media… ¡Y tantas otras! Y cómo
no, también está “El amor en tiempos del cólera”.
A
partir de ahora todo será distinto. Ya es distinto. De la noche a la mañana
nuestras vidas han cambiado. Un tsunami está recorriendo el mundo. A la Orilla
también llega el oleaje alterado, escupiendo rabia, impotencia y dolor. Calma.
Dicen que después de la tormenta, escampa, siempre, siempre escampa (mi compa Mercedes dixit).
Hace
trece años, cuando decidí arremangarme y dejar que las olas juguetonas de esta
Orilla mecieran mis sentimientos, mis angustias, mis alegrías… no imaginaba yo
que iba a vivir tiempos de sufrimiento, de pérdidas, de incertidumbre, de enojo
y confusión. Claro que también ha habido una buena ración de risas y cosas
buenas. La vida misma.
Como
vengo haciendo todos los 18 de marzo desde que abrí este rincón de encuentro,
de compartir y aprender, tengo costumbre de acompañar el texto con una foto mía
de esa edad. Este año toca una muy graciosa, aunque yo esté superseria, casi
asustada ante la cámara. Tenía trece años, y ya sabía lo que me gustaba (no
todo) y lo que no (no todo), pero el aprendizaje de vida ya había comenzado un
poco antes. Han pasado 47 años entre esa foto de cabecera y la que cierra esta
crónica. Mucha vida.
Gracias
mil por seguir acompañándome en mi periplo particular. Este espacio, y tod@s
l@s que habéis chapoteado en él antes o ahora, ya formáis parte de mi
curriculum vitae.
Son
momentos duros estos de ahora, pero estoy segura de que saldremos reforzados de
este torbellino de miedos y desconciertos varios. Si todo el mundo aporta lo
mejor, si hacemos las cosas con responsabilidad, si somos solidarios, si
apoyamos a los más débiles y vulnerables y mantenemos la esperanza y la
confianza… ¡Todo saldrá bien!
No
se olviden de ser felices a pesar de los pesares, de mantener el tipo por los
que no pueden, de afianzar los afectos, ya estén cerca o lejos, de mirar a la
vida con otros ojos, y de descubrir lo pequeño en medio de la inmensidad de
nuestro ruidoso mundo, ahora en silencio.
¡Cuídense!
Y gracias por estar ahí. MILA ESKER!
Fotos:
De la memoria familiar, invierno de 1973, y selfi postpeluquería, marzo 2020.
Texto y reflexión: Edurne