lunes, 8 de octubre de 2007

NARANJAS DE LA CHINA


Todo ocurrió sin motivo alguno. Tal vez de noche, mientras dormía. No lo sé.
Aquella mañana, al despertarme, noté un fuerte olor que inundaba la habitación.
Mi pituitaria estaba saturada, no podía respirar. Intenté abrir los ojos pero una intensa luz naranja me cegó.
Me sentí como si estuviera inmersa dentro de una gran naranja, una gigantesca...
Tardé un rato en reaccionar, y cuando lo conseguí, intenté poner en orden mis pensamientos, los últimos recuerdos. Pero más allá de la malla de tres kilos de naranjas de zumo Torres... no lograba recordar nada.
Sé que estuve en el súper por la tarde, nada más salir del trabajo, porque había recordado que me faltaban las naranjas para el zumo del desayuno.
Sé que entré, que compré la malla y que volví a casa. Esto último no lo recuerdo con exactitud, pero seguro que fue así pues sino no habría podido despertar en mi cama. Cama que ahora es como un enorme gajo naranja. Una dulce cama de zumo de naranja.
Sí, creo que todo sucedió durante la noche, no pudo ser de otro modo.
Seguro que de la malla de naranjas escapó una, ésta que ahora llena toda mi vida, que se ha convertido en mi casa, mi aliento, mi todo...
Seguro que mi naranja, en su metamorfosis, me engulló y me hizo el único motivo de su existencia. No me quejo. Una vez habituada, ya no hay problema.
Veo en naranja, duermo y sueño en naranja, siento en naranja, como, bebo, río y lloro en naranja...
Lo tengo todo. Mi naranja me protege; en ella encuentro ese dulzor que necesito en determinados momentos, y también ese puntito de acidez que hace que ningún día, aunque lo parezca, sea igual a otro.
Nadie me había hablado antes de fenómenos semejantes. Sí que había leído a Kafka y su "Metamorfosis", pero nada que ver con la de una naranja valenciana, o de la China, ¡quién sabe, lo mismo es de Marruecos!
Me parece que yo no he sufrido metamorfosis alguna. Sigo siendo la misma, aunque, eso sí, verme, me veo en naranja... pero sé que no lo soy.
Tal vez sea un sueño. No lo sé. Creo que ya dura demasiado, por eso estoy casi segura de que no lo es.
En todo este tiempo, casi cuatro meses, he podido pensar mucho, siempre pensamientos naranjas, ¡por supuesto!
Además, la biblioteca, mi magnífica biblioteca, y todo lo demás, sigue estando en su sitio. He encontrado, con gran sorpresa, nuevos ejemplares en mis baldas. Libros con títulos de lo más interesantes, tales como: "Mme. Bovary, la mecánica", "Ratones perdidos", "Hombres y naranjas", "La metamorfosis de las naranjas"...
Libros que he leído con avidez y sumo interés, creyendo encontrar en cada uno de ellos, alguna respuesta a todas mis preguntas, una explicación a lo que está pasando desde que todo esto comenzó.
Y la verdad es que no hay que preocuparse por nada.
Estar, ser, vivir, en el corazón de una naranja, es estar en el mismísimo centro del mundo, en el corazón de todos los sentimientos.
Sólo hay que dejarse llevar, querer estar... ¡Y yo he encontrado la fórmula!
También puedo comunicarme con el exterior y hacer llegar mis ideas, mis sentimientos, a través del dulce, del ácido zumo de mi naranja. Puedo llegar a todo el mundo.
En realidad, es como si fuera un ser inmortal, el único habitante de este mundo naranja...
Sólo una pregunta: ¿Habría alguien ahí fuera dispuest@ a acompañarme?


Foto, manipulación y texto: Edurne

7 comentarios:

Anónimo dijo...

sí, creo que habría una persona encantada de acompañarte e, incluso, de guiarte. Se trata de James, a quien le sucedió algo parecido con un melocotón gigante y todo por obra de Roald Dahl.
bueno, y si no aparece James, igual yo pasaría un finde en tu naranja...pero luego me vuelvo a mis recados y eso, vale?
muxu

Edurne dijo...

Y si se quiere apuntar Charlie y traerse su fábrica de chocolate y todo... oye, yo encantada!
Como que no está de chuparse los dedos la naranja con chocolate!
Ayyyy, que ya estoy segregando (buena la hizo Pavlov y su reflejo condicionado)!

Edurne dijo...

Me confieso:
He pecado! Sabía que tenía una maravillosa tableta de chocolate con naranja y... he sucumbido a la tentación! Ya lo siento!
Pero, ego me absolvo de la mía culpa!

Y bueno, si estás dispuesta a acompañarme un finde en mi mundo naranja... enchantée! Aunque luego te vuelvas a tus recados y eso... que ya sabemos que hay demasiado personal para echarte de menos, vamos, dispuesto a reclamarte y pagar rescates y todo eso! jejeje!

Anónimo dijo...

Hay que sucumbir, mujer, si el día menos pensado nos cae un tiesto del tercero y sucumbimos ya del todo...
Bueno, pues igual avisamos a Matilda y así hay más ambiente para el finde ése...
más muxus

Anónimo dijo...

Pues como que yo también me apunto. Además soy una experta en mundos extraños y maravillosos. Seguro que lo podemos pasar chachipiruli, y como por fin he aprendido a jugar al póker, qué tal si organizamos una timba?
Y esto... puedo llamar al Conejo Blanco? Aunque seguro que los demás también querrán apuntarse al party...
Si no es demasiado personal, estaría bien que vinieran también, no os parece?
Y entre el zumo de naranja y las chocolatinas que puede llevar Charlie...seguro que no pasaremos hambre!
Ah, y no me importa que vaya Mathilda, que no me va a hacer la competencia; eso ya lo tenemos hablado entre las dos, pertenecemos a dos generaciones diferentes, así que tan amigas!
Bueno, si os parece bien mi propuesta, me lo decís y así quedamos, el día, la hora y tal y tal...
Muxus de ésos, de los que os mandáis.

Anónimo dijo...

la primera vez que escribí en un blog fue de "okupa" en el de sil... y me ha ido muy bien. Voy a repetir la experiencia con vuestro permiso.

LA METAMORFOSIS DE LAS NARANJAS

Para explicarle a un niño que todo cambia, que nada perdura y que las cosas se pudren con el tiempo elegí el ejemplo de las naranjas.
Cogí una naranja, la pelé y puse los gajos en un plato. Mi intención era dejar que pasara el tiempo y observar lo que ocurría, demostrarle como a cada hora se iban haciendo más pequeños, más arrugados y más secos y que en menos de un día estarían para echar a la basura. Pero el niño los fue cogiendo uno a uno y se los fue comiendo. Nada se estropeó ni se destruyó. El niño supo darse cuenta del momento y lo aprovechó dulcemente. Él sí que me dio una lección.

Edurne dijo...

Con todo el permiso del mundo mundial.
Esa lección es la mejor de todas. Los niños tienen la respuesta a casi todo, y encima sin darse cuenta de que son poseedores de ella!