
He pasado la noche en blanco, y claro, en semejantes circunstancias, la cabeza se vuelve loca, da vueltas y más vueltas, como en una noria, como si fuera una ruleta ávida por sacar el 7 rojo, por ejemplo…
Dos semanas bastante apretadas. Mucha vuelta. Al final, mi cuerpo ha dicho: “¡basta ya!”
No hice caso el lunes, ni el martes, pero el miércoles tuve que volverme a casa a las once y media, más muerta que viva. Un día y medio en casa con fiebre, hecha unos zorros, vamos. Y ayer, volví al tajo, no tenía que haber vuelto, lo sé… pero volví. A la tarde, al médico a por el justificante y algo más para mi “gripetrancazocatarromalestarquéséyo”. En mala hora lo de que me recetara otra botica, pues he pasado una noche entre “agitamientos” y escalofríos varios, insomnio angustioso, dolor de cabeza acompañado de tos convulsiva… Resultado: aquí me ando, de la cama al baño, a la cocina, de nuevo a la cama y ahora, porque no se me preocupen ustedes más que nada, visita a este ordenador que me permite mantener la orilla abierta.
Anoche, antes de acostarme, estuve viendo la tele porque me encontraba un poco mejor. Dieron “Los santos inocentes”, película basada en la obra de Miguel Delibes. Magníficas ambas, la novela y la película. Ya la había visto, ya sabía de qué iba, cómo terminaba, y ahí estuve, hasta el final, aún siendo consciente de que me iba a hacer daño. Y así fue.
He pasado gran parte de mi noche insomne repasando la vida de tantos y tantos en esta España de no hace demasiado tiempo. He revivido pasajes de mi propia historia familiar, y claro, siempre que lo hago, siempre que sucumbo a ello… reviento, sufro, ¡y me dan ganas de invadir Polonia como a Woody Allen al escuchar la música de Wagner!
Estoy sentada ante el teclado, mirando por la ventana, aprovechando que los días ya alargan, y veo mi monte, veo esas nubes que pasan y ahora, también son mías. Veo los pajaritos que van, que vuelan, todos juntos, con algún despistado que les sigue de cerca… ¿adónde irán? A veces, sólo a veces, me gustaría ser un pajarito como ellos y seguirles en sus viajes, pero seguro que terminaría agotada a la mínima de cambio, que me conozco, lo de batir alas, no se me da demasiado bien, creo…
El caso es que me siento rara. El cuerpo me pide reposo, que me quede en la cama, escuchando la radio, así, casi sin pensar en nada, solamente preocupada de que me baje la fiebre o el cuerpo no me duela tanto, o que no me den ataques de tos ni congestiones brutales me dejen inutilizada para casi todo. Ni yo misma me reconozco.
Estamos de fin de semana, y yo lo empleo en ponerme buena, ¿qué divertido, verdad? En fin, andaba yo contenta, de lo más ufana porque, con la que nos ha caído, en todos los sentidos, yo, como una jabata, oigan, más fuerte que ni sé, pero… ¡nunca hay que cantar victoria antes de tiempo! Queda demostrado.
Este miércoles pasado, no, el anterior, tuvimos tertulia literaria sobre “La suite francesa” de Irène Némirovsky. Me lo había aprendido todo muy bien pues la presentación corría a mi cargo. No voy a hablar aquí y ahora de la novela y de la autora, pero sí quiero hacer mención de un hecho más que elogiable, vamos, así es como debiera comportarse todo aquel que se llame escritor, el hecho de elaborar y corregir. Y una que es como es, que escribe así, como ahora, hala, ahí te va, tecla va y tecla viene… pues claro, admira el tesón de estas personas que elaboran sus personajes, sus circunstancias y situaciones con tanto empeño; que rectifican una y otra vez, que tardan siglos en escribir y dar por bueno algo…
¡Ay, no saben ustedes la envidia que me da, lo pretenciosa y presuntuosa que me siento cuando, inocentemente, junto unas palabras con otras, formo frases, con menor o mayor acierto, y toda contenta, voy y lo mando al espacio virtual para que me lean!
En cualquier caso, pienso seguir escribiendo. No se vayan ustedes a pensar que porque no me han visto la tecla en dos semanas ya me he volatilizado… nada de eso, simplemente que la mar vino gruesa, marejada y esas cosas, pero después de la tormenta, siempre llega la calma, así que… ¡Enseguida nos vemos, digo, nos leemos, nos escribimos!
Mandala: coloreado por Edurne madre y ligeramente manipulado por Edurne hija.