
Puente del Pilar. Viernes 8, seis de la tarde, estación de Termibús Bilbao. Doce y cuarto de la noche, Intercambiador de Avenida América, Madrid. Obras en la zona de Lerma (llevan así desde el verano), y por eso la demora. La vuelta del día 12 resultó normal.
El sábado cayó el diluvio universal sobre Madrid, y mientras, en Bilbao, lucía el sol (nunca nos ponemos de acuerdo). ¿Qué hacer, por dónde empezar esos cuatro días de asueto? De lo previsto, nos “liquidamos” dos de esas actividades, además, para el tiempo que teníamos, lo más apropiado: Exposiciones.
La primera parada tuvo lugar en la Fundación Mapfre, sita en el Paseo de Recoletos. Una sugerente exposición que reunía una buena muestra de la Pintura americana del siglo XX. De los artistas allí representados, para mí, el más conocido era, sin duda, Edward Hopper, bueno, y también Mark Rothko. Merece la pena acercarse hasta el edificio de la Fundación Mapfre y disfrutar con esta selección.
Y en el sótano, una exposición de fotografías en blanco y negro de John Gutmann, un fotógrafo alemán que desarrolló la mayor parte de su carrera en EE.UU desde el año 1.934, en que llegó a San Francisco como corresponsal de prensa. Si son ustedes amantes de la fotografía, y más de la fotografía en blanco y negro… ésta, es su exposición, se lo aseguro.
Al salir de la Mapfre, seguían cayendo chuzos de punta. Una carrerita, cruzar el paseo de Recoletos, y justo, enfrente, se levanta imponente el edificio de la Biblioteca Nacional. Se le ponen a una los pelos de punta sólo de pensar la cantidad de libros, de incunables, de… saber en definitiva, encerrados entre sus muros.
Hace cien años que nació en un pueblo de Alicante, Orihuela, un niño llamado Miguel Hernández, que más adelante se convirtió en un joven que cuidaba cabras y que escribía poemas, y más adelante todavía, fue el hombre comprometido que fue.
La exposición está llena de recuerdos, de manuscritos, de testimonios de familiares y amigos, de dibujos, certificados de su paso por las cárceles españolas…
CANCIÓN ÚLTIMA
Pintada, no vacía;
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.
Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruidosa cama.
Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.
El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave.
Dejadme la esperanza.
Dejó de llover al día siguiente y los paseos madrileños nos llevaron por la calle Segovia, subida hacia Las Vistillas por la Cuesta de los Ciegos. Encuentro con la Violetera, saludos de rigor y foto, ¡cómo no!
Y al adentrarnos en el Madrid de los Austrias, el que a mí más me gusta, nos mezclamos con la infinidad de turistas que admiraban lugares, rincones, estatuas… La Plaza Mayor y aledaños, La Plaza de la Villa, el Mercado de San Miguel. Más allá, el Palacio Real o de Oriente, el Teatro Real, los Jardines de Sabatini, los restos de la antigua muralla islámica de Madrid, rodeando la zona donde hoy se ubica la catedral de La Almudena…
Por esta zona pueden verse artistas y buscavidas de todo tipo: fotógrafos-minuteros, los de la antigua usanza, barquilleros ataviados con el traje típico de chulapo, actores “descabezados” intentando llamar la atención de los transeúntes, músicos callejeros pero de una factura y formación clásica que ya ya…
Hay un pequeño café al llegar a la parte delantera del Teatro Real, justo donde acaba la calle Arenal que empieza en Sol. Pues ahí se encuentra, como decía, un pequeño café, el Café del Real, porque está en la plaza de la Ópera (ahora patas arriba) y frente al Teatro real, de lo más recoleto y curioso.
También hay otro paseo por la zona de Sol, subiendo por Carretas o Montera, que ahora ya no sé si estoy a la izquierda o a la derecha… ¡jajajaja! Bueno, ¡yo siempre a la izquierda!
A lo que iba, entrando por la calle Cádiz, hay un remolino de locales, donde se está la mar de bien, a nosotros nos gusta mucho uno en especial que se llama “Malaspina”, por el navegante y descubridor Malaspina, tiene un encanto especial, no sé… y por eso lo comento; pero de ahí se arranca a otros muchos en ese radio de acción, a cual más acogedor.
Y otro día paseando por los rascacielos de la Plaza de España, y visitando el monumento a Don Miguel de Cervantes y sus Don Quijote y Sancho Panza. Y en una de éstas, nos encontramos sin pensarlo en el rodaje de una peli, en plena zona de Callao. Y también el comboy de los Borbones y demás personalidades que pasaba por allí, por la Gran Vía… así, sin comerlo ni beberlo, ya les digo.
El sol lució tímido en ocasiones y un poco más descarado en otras, pero siempre con pañuelito al cuello, que se le veía al hombre cara de resfriado…
Los viajes, ya saben ustedes, me cunden mucho a mí para los asuntos lectores. En esta ocasión han sido dos los libros traídos, leídos y llevados. A saber:
“Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza” de Margarita García Robayo, joven autora colombiana residente en Argentina a la que yo no conocía ni de pasada. Relatos cortos, en este libro, nueve, nueve nombres de mujer, nueve historias, que, en algún momento, tienen un nexo en común. Muy agradable de leer. Narra las realidades, las situaciones más cotidianas de mujeres de distinto estatus social y cultural.
Y de nuevo el maestro Delibes. “El camino”, un clásico de la pluma del vallisoletano. Me encanta Delibes, no puedo negarlo, ustedes ya lo saben. Me gusta la forma que tiene de trazar los personajes y las situaciones. Recomendables ambos dos.
Mientras escribo, escucho a Vivaldi, otro de mis favoritos. “Las cuatro estaciones”. No sé la de discos cedés y cintas cassettes de esta obra que habrán pasado por mis manos. Las machaco, literalmente.
La música de Vivaldi va unida en mi experiencia vital a mis años de Magisterio. Estudiaba con sus Cuatro Estaciones a todo volumen, los Allegro y demás movimientos me lanzaban los conceptos sin que me diera tiempo a pensarlo, ¡jajaja! Toma, uno, otro...
Y otro recuerdo musical relacionado con los estudios, es el de Ray Charles. Con él estudiaba cuando hice Historia, sobre todo la asignatura Historia Medieval, de maravilla. Y ya ven ustedes la relación que puede tener el amigo Ray con la Alta y la Baja Edad media… ¡nada! Pero a mí, me solucionó el problema.
Y bueno, estas Crónicas iban a ser breves, pero parece ser que la “diarrea” tecleadora me ha invadido y aquí me tienen, en esta tarde dominical un tanto extraña, que si se nubla, que si llueve, que si sale el sol, que si sí, que si no… que caiga un chaparrón, con azúcar y turrón…
Hasta aquí han llegado mis Crónicas del Foro de este mes. Ahora, mucho me temo que habrá un parón, espero que corto, pero las circunstancias familiares me van a retener en Bilbao durante un tiempo. Ojalá que todo transcurra bien y la vida pueda ser retomada lo más normal que la dejamos, ¡claro que de eso hace casi un año ya!
Que disfruten de las fotos y de las recomendaciones, todas hechas con mucho cariño y desde mi punto de vista siempre, que no tiene por qué ser el de los demás.
¡Que ustedes disfruten del otoño, o de la primavera, pero en definitiva, de la vida!