De
tanto soñarte,
te
hiciste cuerpo.
Soñé
tus ojos,
ojos
tristes.
Soñé
el calor de tu piel
cubriendo
el deseo de los dos.
Blancas
son tus manos,
a
las que me agarro
para
no despertar.
Manos
fuertes, amplias,
que
sujetan el alma
que
se me va,
mientras
que de tu boca
como,
bebo...
Soñé
que tu pecho era mi refugio
a
tantas noches de soledad.
Acaricio
tus hombros
y
me paro en las pequeñas rugosidades
que
reclaman mi curiosidad.
Las
beso.
Piel
con historia, cambios de rasante...
Busco
tu boca.
Te
beso.
Me
gusta reposar la cabeza
cerca
de tu corazón,
oír
su latido agitado y
sentir
el flujo de tus arterias.
Mis
manos se descuidan
-no
saben que ellas también son un sueño-,
y
sucumben a la suavidad
de
tu piel.
Duermes.
Bajo
por tu pecho,
despacito,
con besos pequeños.
Un
lunar,
no,
tres, cuatro...
dos
pequeñas verrugas y
tres
cicatrices.
Juego
con la escasa mata de pelo
que
adorna tus pectorales.
Me
deslizo por la incipiente curva
de
tu vientre,
la
rodeo, dibujo circulos...
Me
detengo.
Tu
sexo también duerme,
vencido,
aún caliente.
Ahora
no quiero despertarlo,
lo
acuno,
lo
arropo con mi mano.
Giro
tu cuerpo
y
me paseo por la espalda,
recta
y enigmática.
Cuento
los poros,
las
pecas,
incluso
esos pequeños cráteres
que
salpican la zona alta.
Deslizo
las palmas hasta el final.
En
este punto
mis
dedos se vuelven locos,
se
agarran a tus nalgas,
blancas,
redondas
y firmes.
No
lo puedo remediar,
las
muerdo.
¿O
también es un sueño?
Muslos,
piernas, pies...
Blancura.
Otra
vez te vuelvo hacia mí.
Despacio.
Todavía
duermes.
¿O
tal vez sueñas?
Toco
las rodillas que sobresalen,
huesudas,
descaradas
y desafiantes.
Sonrío
al ver los dedos
de
tus pies.
Parecen
enfadados.
Uno
gordo, sargento de una tropa
de
peones camineros.
¡Firmes!
Ahora
recojo tus brazos y los encajo
alrededor
de mi cuerpo,
me
acoplo a tu forma,
me
pierdo en tus huecos,
cierro
los ojos...
Y
sigo con mi sueño.
Pintura: Antonio. Texto: Edurne
1 comentario:
¡Buen paseo éste!
;)
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