viernes, 10 de julio de 2009

EN LA FRONTERA (I) "Sky Hotel"




Llevaba demasiado tiempo conduciendo, el cansancio y el sueño amenazaban, así que resolví desviarme en la primera salida de aquella interminable autopista a ninguna parte.

Todavía pasaron veinte minutos más hasta que apareció el cartel que me anunciaba la esperada salida. “Mountaingreen”. Nunca había oído hablar de Mountaingreen, pero claro, en un territorio tan vasto y extenso era normal.

Sin pensarlo dos veces, giré el volante y me adentré por la vía de salida. Todavía no podía ver la ciudad, pero al final de la segunda curva, ante mis ojos, nublados por la bruma vespertina, apareció un pequeño núcleo urbano.

Según iba acercándome tuve la sensación de que el lugar se iba alejando de mí y que la montaña situada detrás de la ciudad aumentaba de tamaño, como si quisiera engullirme. La sensación de ahogo se sumó a la perplejidad ante el paisaje y la oscuridad con que se cubrió de repente.

Todavía no sé muy bien cómo, pero ahí estaba Mountaingreen… La primera rotonda que daba acceso a la ciudad, me tuvo girando a su alrededor como diez minutos seguidos hasta que pude salir de ella. Cada vez que creía estar en la dirección correcta, aquélla me indicaba el centro de la ciudad; el indicador cambiaba de lugar, o yo creía que cambiaba. Era como si alguien manejara un tiovivo a su antojo.

Por fin me vi en el camino adecuado. Llegué a una pequeña plaza. La noche empezaba a adueñarse de las calles y un pesado silencio enmudecía el leve susurro del paso de las horas.

Aparqué el coche, salí, y recuerdo que la ausencia de vida se apoderó de mi corazón. Al final de la calle divisé una figura que caminaba presurosa, le hice un gesto para llamar su atención pero pareció no verme. Miré a mi alrededor y, nada, no había nada. Mi reloj marcaba las siete y media de la tarde. En una esquina divisé una señal que indicaba hotel cercano. Monté de nuevo en el coche y mi sensación de ahogo desapareció.

Continué unos doscientos metros en la dirección que marcaba la flecha, “SKY HOTEL”. Unas letras de neón azulado lanzaban el débil reclamo del hotel. Dejé el coche justo en frente del hotel, saqué la pequeña maleta del maletero y me encaminé hacia él.

Mis piernas no querían caminar, era como si el asfalto se derritiera y me quedara ahí atrapado, entre la brea de esa ciudad extraña. Llegué hasta la escalera principal y a duras penas pude subir los escalones que me separaban de la entrada. Apoyé las dos manos en el cristal de la puerta, queriendo vislumbrar algún rastro de vida humana en su interior.

Sobre el mostrador de Recepción había una lamparita encendida, y en la pared se reflejaba una sombra inmóvil que era incapaz de identificar, pero de lo que sí estaba seguro era de que allí, tras ese mostrador había algo o alguien.

Llamé al timbre. La sombra se movió y la puerta se abrió. Avancé hacia el mostrador, y a cada paso que daba, el calor se iba haciendo insoportable. Empecé a cuestionarme el porqué de mi parada, cansancio, recordé, así que seguí caminando hacia... no sabía muy bien hacia dónde, pero seguía avanzando.

Llegué al mostrador y me asomé. Un ser diminuto estaba sentado detrás de aquel parapeto, una cara tan asustada como la mía me observaba. Carraspeé antes de poder hablar.
—Buenas, querría una habitación para esta noche…

Aquella especie de enano con ojos desorbitados y vestido de raso negro, me extendió una llave que tenía en la mano, y me indicó con un gesto que firmara en el libro de entradas. Pude ver que no había demasiada clientela. “Sky Hotel”, con ese nombre, había pensado, seguro que lo tienen todo completo, pero… no, tan sólo cuatro nombres con el mío. Firmé y me señaló el camino hacia el fondo, donde nacía una oscura escalera.

Pálidos destellos de una luz agonizante se lanzaban hacia el angosto pasillo. 187, ese era el número que aparecía en la fría chapa de la llave y que me estaba transmitiendo un gélido presagio. No parecía tener fin ese pasillo: 12, 13, 14… y cada vez más pálida la luz. Yo iba sujeto a mi propio miedo, me agarraba a él desesperadamente. A mis espaldas el sonido quedo de una ventana abierta golpeando contra el quicio. Y el aire, ese aire caliente, pesado, que ahogaba mis pensamientos…

La moqueta del suelo retenía mis pasos y me costaba avanzar. 75, 76, 77… Aún no llegaba.

Algo tiraba de mí, algo se pegaba a mí, algo de lo que no podía desprenderme. Susurros en mis oídos, leves caricias en mi cara. Quería gritar pero no podía. ¡Y el enano al final del pasillo! Sus ojos saltones brillaban entre aquella oscuridad. Ahora me llevaban. Alguien me llevaba, 135, 136, 137… Unas risas lejanas y yo que me desplomaba. 179, 180, 181… Ya, ya llegaba.

El enano esbozó una sonrisa y sentí un frió que me congeló el alma. Abrió la puerta con mi llave, y el leve roce con su mano al tratar de cogerla, pues yo la tenía fuertemente sujeta, me estremeció. ¡Adelante!, dijo, y cerró la puerta tras de mí.

Entonces pude abrir los ojos y fui presa del temor, nada, no había nada, tan solo una ventana abierta; el vacío, la nada me rodeaban mordiendo mis entrañas. Aquella ventana parecía la única salida posible pues la puerta había sido cerrada desde fuera, yo mismo había oído las tres vueltas de llave.

Salté, salté. No sé cómo lo hice, no sé si fue un salto hacia la muerte o… No, porque estoy vivo. La altura era poca y tan sólo me fracturé una costilla y la clavícula izquierda, pero una vez que me vi en la calle, eché a correr hacia el coche. La noche lo había envuelto todo. Entré, cerré con los seguros y desde allí pude contemplar el espectáculo: el hotel, la ciudad, fueron desapareciendo ante mis ojos y yo quedé a merced de la noche en la inmensidad de no se sabe dónde.

Esperé hasta que la alborada puso un poco de orden en mis pensamientos y en el paisaje que me rodeaba. Tardé en volver a la autopista. Cuando llegué a la primera gasolinera, busqué un mapa de la zona, pregunté, pero nada. ¿Mountaingreen…? Nadie había oído hablar de ella, no aparecía en ningún lado.

Algo frío, pegado a mi pierna a la altura del muslo hizo que buscara en el bolsillo del pantalón y, ¡allí estaba, milagrosamente, la llave de la habitación 187 del Sky Hotel!

Mountaingreen nunca existió pero, yo estuve allí.


Foto: Aitor Texto: Edurne

12 comentarios:

Betty dijo...

hay que susto!!!!!
yo también habría salido volando!!!!
no lo habrá soñado????
me matan estos relatos de suspenso!!!! jajajaja
besos amiga Edurne!!!!!!

Víctor Hugo dijo...

uf! qué terrorífico... entretenidísimo relato...

cuidado con dejarse llevar por la curiosidad jejejeje

saludos!
VH

Cecy dijo...

Muy bueno orillera, me tuviste en tension todo el relato, pero aunque un poquito de miedo me dio, hay algo que me atraia saber que pasaba y bueno asi que no existia el lugar, pero estuvo ahí.
Me gusto mucho, muchisimo.

Besotes

Juan de la Cruz Olariaga dijo...

Me atrapó desde la primer palabra hasta la última, me tuvo contenido y pensaba en algún final menos en el sucedido. Sabés, me quedé un buen rato mirando la pantalla y pensé, que muchas veces en esta vida nos suceden cosas que nos parecen irreales, solo que luego, buscamos en nuestros bolsillos y no nos quedó ni la llave. Me encantó un beso mi querida rubia del mar.

Edurne dijo...

BETTY:
Es que a veces, los sueños se confunden con la realida, se quedan ahí, suspendidos en la frontera...
Cualquiera lo sabe, nunca existió pero, él estuvo allí!
Besits, amiga!

VÍCTOR HUGO:
Este viaje no se parece en nada a tuviaje cubano, sabrosoooo, eh? Jajajajaja!
Un poquito de curiosida está bien, pero demasiada.. ya se sabe. "La curiosidad mató al gato"!
Besitos.

Edurne dijo...

CECY:
Pasar un poco de "miedo" de evz en cuando, estimula... pero ya ves, al final, todo es pura ficción!
Besotes!

JUAN:
Revisa siempre tus boldillos, no vaya a ser que te aparezca algún día la maldita llave, que nunca se sabe si la vida es en todo momento la realidad o... el deseo, o el miedo, o vaya usted a saber el qué! Jejejeje!
Un besote!

zel dijo...

Excelente e inquietante relato, Edurne, parece que estás de lo más creativa, bonita...sigue así, anda, que entre eso que escribes y Millenium....menudo verano!

Muchos besos preciosa, te añoraba!

Sergio Saavedra Rivera dijo...

Mountaingreen si que exite, todos llevamos uno agazapado por ahi, escondido, esperando, medio dormido, medio despierto.... Por algo nos llevamos con nosotros las llaves olvidadas en nuestros bolsillos,jejjejeje...

Edurne dijo...

ZEL:
Ya veo que has vuelto de tu escapada isleña, y bien recargada!

Milenium, dices? Jajajajaja! Sólo de ver semejantes tochos, me echo para atrás. No soy de best-sellers, pero dicen que éste está bien...

Hala, petons, maca!

SERGIO:
Huyyyy, pero que alegría descubrir tu chapoteo orillero!

Tienes razón, yo siempre voy llena de llaves, me parezco a San Pedro (tendré también las llaves del cielo, del Sky Hotel "blue" celeste? Vaya usted a saber!).

Un besote, amigo!

Luna Azul dijo...

Orillera menudo relato, me encanta el suspense y por lo que veo continuará...... pues nada aquí esperaré toda intrigada.
Muxus

Edurne dijo...

LUNA AZUL:
Bueno, en teoría, el relato se queda ahí, no había oensado continuar con él, pero quién sabe, se puede retomar de otra forma o...!
Me alegra que te haya gustado!
Muxus!

sinver dijo...

Hola Edurne. Vuelvo a esta magna orilla desde mi retiro terrenal. Muchas son las excusas que surjen bajo mis pasos, y otras tantas las promesas futuras. Pero mejor no mentar ni las unas ni las otras. Me fui para volver, y ahora de nuevo regreso, ¿para no marchar?, en fin, ya ser verá. De momento saltandome mi sana constumbre de viajar hasta el último post comentado sin vergüenza, esta vez me alejo sólo diez pasos. Me falta tiempo, ya que en los post más actuales no encuentro rastro de mi. Como pasa el tiempo, y que rápido se llena esta orilla de historias nuevas. Esta desde luego me gusta, muy a lo Stephen King, un autor de culto, al menos hasta hace unos años, para mí. El terror psicológico no es facil de lograr; hay que mantener la tensión hasta el final. Ya se sabe, lo que tienen los moteles de carrretera...