Cuando era pequeña, allá por la recién estrenada segunda mitad
del pasado siglo, y veía mi vida como un largo camino, pensaba que me iba a dar
tiempo para hacer todo lo que quisiera. ¡Ingenua de mí! Han pasado muchos años,
muchos, tal vez diría que demasiados, aunque, nunca son tantos como pensamos, y
de todos aquellos sueños, aquellos planes… el que de verdad he podido cumplir hasta
el final ha sido el de mi vocación, temprana, de ser maestra. Claro que también
quería ser titiritera, espía, payasa, escritora, misionera, bailarina, bibliotecaria,
enfermera, arqueóloga… ¡Y tantas cosas más! Todavía sigo queriendo ser unas cuántas
de esas… ¡Tal vez ahora pueda!
Viernes 20 de diciembre de 2019, último día de una etapa de mi vida que se cierra, mi
periplo más largo, más provechoso, duro y alegre (de momento). La nostalgia, que me
viene rondando y anudando las entrañas y la garganta desde hace tiempo, me
empuja a que os escriba esta carta.
No he tenido hijos, pero el destino me tenía preparada esta otra
“maternidad”, la de ser la maestra, la andereño, de tant@s y tant@s... En treinta y ocho años de profesión, treinta y nueve cursos escolares, ¡uf, sois una legión quienes habéis
pasado por mis manos! Incluso he sido andereño de algunos de vuestros hijos e hijas... Más orgullosa no puedo sentirme.
Siempre he tenido miedo a
estropear tan preciada mercancía. Las dudas me han asaltado hasta el último
momento: ¿estaré haciéndolo bien? El material humano, y más si son niños,
adolescentes, es lo más delicado que hay para trabajar. Si erramos, lo hecho no
es algo que pueda borrarse y volver a empezar. Lo hecho, hecho está, ahí queda, y el error
le puede fastidiar la vida a esa criatura.
Pero estoy tranquila, habéis salido al mundo, y no es el mundo
el que os ha comido, sino vosotr@s quien se lo come, tenéis buenas herramientas
entre las manos y sabéis usarlas.
También estoy contenta porque
much@s de vosotr@s habéis seguido mis pasos y ahora os dedicáis a esta bendita
profesión. Un@s cuánt@s habéis hecho las prácticas de Magisterio conmigo; otr@s,
en algún momento, habéis trabajado, o incluso ahora mismo trabajáis, en la escuela…
¿Entendéis eso del orgullo? Es como el orgullo de una madre.
Jubilación. ¡Qué palabra tan fuerte! A mí se me ha metido hasta
el tuétano y mientras que no la digiera bien digerida, me va a estar machacando
noche y día. Acostumbrarse a los cambios es duro, difícil… Ya lo iréis
comprobando, de hecho ya habéis hecho algunos cambios en vuestras vidas, unos
porque han de llegar, otros, voluntarios, y otros porque vienen sin avisar y
nos dejan descolocados. ¡Así es la vida, querid@s!
Siempre me he vanagloriado de mantener una buena relación con
mis alumn@s, y creo que soy una gran privilegiada, porque, a ver, ¿cuánta gente
de mi profesión puede decir que a pesar de los años pasados todavía mantiene el
contacto con un nutrido grupo de sus pupil@s? Yo sí puedo decirlo, y presumo de
ello.
Seguir vuestros pasos más allá de la escuela no ha sido difícil,
siempre he preguntado a unos y a otros, aquí y allá… Siempre he estado al tanto
de vuestros progresos y me he alegrado de esos logros merecidos. ¡Sois mis
niñ@s!
Andereño Edurne. ¡Suena tan bien! No quiero ser otra cosa que
andereño Edurne, siempre seré andereño, maestra, ¡hasta que me muera!
Sé, por experiencia, porque yo también he sido niña,
adolescente, joven alocada… que hay profes que se quedan en tu corazón para siempre,
yo tengo un@s poc@s. De hecho, hace unos meses, y por uno de esos azares
maravillosos de la vida, pude contactar de nuevo con mi querida profe de Francés
del Instituto, Yvonne. La emoción que le hizo saber de una de sus alumnas, que
además la había recordado toda la vida y que ahora tenía la oportunidad de
decírselo… fue terrible. ¡Uf, me emociono solo de volver a recordarlo!
Sé también, que much@s os seguiréis acordando de mí, (¡espero
que bien!), y que otr@s me habrán borrado de su vida hace tiempo ya. Es
imposible caerle bien a todo el mundo, resultarle buena profesora, que sientan
que les eres cercana, que crean que en realidad te preocupas por él, por ella…

Pero lo que sí quiero que sepáis es que de tod@s vosotr@s, y
mirad que sois chiquicientos…, he aprendido mucho. He aprendido de vuestros
problemas, de vuestras reflexiones, de vuestras vivencias, de vuestros
razonamientos, de vuestras cabezonerías, de los malos y buenos tragos que me
habéis hecho pasar, de lo que he sufrido y lo que he disfrutado con vosotros… Habéis
hecho que nunca haya dejado de ser esa Edurne niña que salía del cole todas las
tardes como si acabara de llegar de la guerra de los Cien Años: despeinada, con
las manos manchadas de bolis de todos los colores, con los leotardos del
uniforme retorcidos, con la goma de saltar saliéndose por el bolsillo de la
bata, y con esa sonrisa inocente y picarona pidiendo la merienda a ama, y con
un poquito de miedo por tener que decirle a aita que no había terminado todos
los trabajos de clase… ¡En fin, cómo no me iba a identificar yo con vosotr@s!

Sé que ya sois unas mujeres y unos hombres de provecho, y que l@s
que están en el camino, también lo lograrán. Da igual a qué nos dediquemos, no
todo el mundo puede ser ingeniero, piloto, arquitecto, físico… en la vida somos
de todo, necesitamos de todas las profesiones. Solo tenemos que poner empeño
y mucho cariño en lo que hacemos. La de maestr@ es la profesión de profesiones.
Para ser lo que sea que queramos o podamos ser… hay que pasar por la escuela. Y ahí es donde estamos nostr@s, esperando a que años tras año lleguen nuevas
generaciones a las que educar y enseñar a ser buenas personas, que en
definitiva es lo más importante de todo.
Espero haber estado a la altura, con todos los fallos y defectos
que arrastro (es lo que tiene ser humano y no máquina), yo he intentado dar
todo lo mejor de mí y hacerlo lo más ameno y divertido posible. Recordad que el
saber no ocupa lugar, eso me lo decía siempre
mi amama. Sabed que os quiero a tod@s, que podéis contar conmigo para lo
que queráis o necesitéis. Habéis sido un regalo para mí.
No os olvidéis nunca de luchar por aquello que creáis justo, ni de
perseguir la felicidad, y mucho menos de ser buena gente…
¡Ojito, que os estaré vigilando!
Bihotz-bihotzez
Andereño
Edurne
Fotos: De mi memoria personal. Texto, lágrimas, moqueo, sentimiento, alma, corazón y vida y demás: Edurne
* Escribo en castellano puesto que la carta la voy a publicar en medios en los que quienes me vayan a leer no tienen porqué saber Euskera.