domingo, 14 de abril de 2019

LA INCREÍBLE HISTORIA DE LA BELLA FLORENTINA (VI)



Antes de leer este capítulo, lean los anteriores: (1 aquí, 2 aquí ,3 aquí , 4 aquí  y 5 aquí).


La vieja María Rosa apretaba el paso y el corazón, cada tres metros paraba y recobraba el aliento. Florentina tenía tanta vitalidad que, aun de paseo, pareciera que volaba. No había quien le diera alcance. El ama la llamaba, espera, espera niña, que se me escapa el alma… Pero Florentina apuraba la vida tan intensamente, que se perdía entre el bullicio de la estación como si fuera lo último que sus ojos vieran, que sus oídos oyeran… El ruido de la locomotora, los viajeros y sus distintas jergas; los mozos que arrastraban maletas y baúles; loros y cacatúas traídos de la selva para venderlos en el colorido mercado de los viernes... Todo lo engullía con ansia. Florentina reía y saludaba a todo el mundo. Cabezas que se vuelven y la miran, ojos que se admiran de tanta belleza, bocas que alaban su sabiduría y buen hacer. Así eran los días de Florentina mientras esperaba aquello que había de suceder.

Nadie le había contado la realidad al joven Levallois, nadie. Sí que tenía conocimiento de una hermosa niña que había nacido después de no pocas vicisitudes, que era un ser milagroso, algo nunca visto, y que por eso la región estaba floreciendo, pero nadie le habló, nadie le explicó  quién era de verdad.

Bastó un segundo para conmover su alma, para olvidarse de quién era y por qué estaba allí. La vio durante un instante pero nunca podría olvidar ya ese momento. Su corazón sangraba por dentro, lo notaba, se le escapaba la vida, le faltaba el aire, la vista se le nubló y cayó derribado por el arma más letal que nadie haya inventado: el amor.

Florentina frenó su marcha, se paró y supo que su vida había sido trastocada. La historia se repetía. Sus entrañas lanzaron un grito que solo ella podía oír. Aquel deseo dormido de tantas mujeres de su familia, aquella llamada de más allá de la vida, había despertado en ella, en la bella Florentina. Sabía cuál era el precio a pagar pero no había vuelta atrás.

Volvía sobre sus pasos cuando la vieja María Rosa la alcanzaba, mi niña… Deja, ama, deja. El joven Levallois yacía en el suelo como traspasado por una lanza invisible. Todo ruido cesó alrededor de la escena. Todos los allí presentes la miraban y se miraban. Florentina, decidida, tomó la cabeza del desdichado joven entre sus manos, y con sumo cuidado, depositó un dulce y largo beso en los labios entreabiertos del francés.

Dicen que la noche y el día se alternaron  a una velocidad inexplicable. Todo cambió de lugar durante más de una hora, tal vez dos, o quizás fueran tres, cuatro... nadie lo sabe, hasta que la luna marcó el final de aquella metamorfosis y todo siguió como antes. La locomotora anunciaba su salida, los viajeros subían al tren, los pañuelos se agitaban en señal de despedida, las risas y los llantos se sucedían, loros y cacatúas ponían la música a la mañana en la que todo cambió y a la vez volvió a su sitio. Aquella era la mañana en la que, sin remedio, Florentina acababa de encontrarse con su destino: con la leyenda de los Ancheta.

Imagen: Internet. Texto: Edurne

4 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Leemos a Florentina, que no mueran los blogs.
Besos, Edurne.

Edurne dijo...

ABEJITA:
Eso, que no mueran los blogs! Eskerrik asko! Besos
;)

Bárbara Himmel dijo...

Asó se hace, aun no termino de leer a Florentina.
Me debes contar cómo haces para incluir los otros capítulos pinchando aquí, como dices!!, tengo mucho en episodios y no se publicarlos así.
Edurne querida, feliz día del libro y de San Jorge
un beso y una flor, por un libro tal vez !!??
beso

Edurne dijo...

BALI:
Gusto verte chapotear por la orilla!
Pues te agradezco el interés lector y la preguntita, que ya te comentaré, es muy fácil, en cualquier caso...

Un superabrazo y besos para ese lado!
;)