Entre unas y otras han
transcurrido cinco semanas exactamente. No está mal, teniendo en cuenta las
circunstancias que me rodean… Y como no quiero demorar mucho más estas crónicas
botxeras, es que me lanzo a la palestra del folio desnudo, inmaculado y virgen
para dejar mi huella, que, aunque leve, en algo ilustrará los humildes
acontecimientos que tienen lugar en esta muy noble y muy leal villa de Bilbao,
mi querida ciudad.
Muchas son las personas que
tienen una idea distorsionada de Bilbao, personas, he de decir, que en número
no despreciable, ni siquiera han visitado este Botxo en su vida, y que se fían
de lo que otros hayan podido decir, no con demasiado entusiasmo… O sea, que
aquí no llueve todo el tiempo, aunque a veces lo haga unos cuantos días
seguidos y nos desespere, y que aquí no todo es gris y feo, aunque sí, hubo un
tiempo en el que a causa de su boyante industria las chimeneas de los Altos
Hornos, echaban humos con muy mala leche… Pero, los tiempos cambian, y si algo
ha hecho mi Bilbao, ha sido reconvertirse, atusarse las enaguas y salir a
pasear por las orillas de nuestra querida Ría para mostrar lo mejor y más
florido que tiene.
Como pueden observar, el cielo
de Bilbao también luce azul, don Lorenzo, ese capitán redondo, como diría Lorca,
gusta de pasear por estos lares bastante a menudo, y de soltar carga solar a
destajo. Y también están los turistas, esa especie que siempre aparece en
determinadas épocas por nuestras calles y plazas, por Bilbao callejean mirando
sus planos y orientando sus miradas seguidas de sus dedos, señalando aquí y
allí.
Las pinacotecas más afamadas
de la urbe, Bellas Artes y Guggenheim, pero que no son las únicas que albergan
tesoros, rebosan de visitantes en estos días. En el enorme buque insignia de la
nueva imagen bilbaína que es el Guggenheim,
está oculto entre sus camarotes un “Barroco exuberante” que enlaza un
Barroco antiguo con otro más nuevo e interpretativo de la esencia del primero.
Como hasta el 6 de octubre hay tiempo para verla, yo he decidido que volveré a
visitarla, pues desde que lo hice, sé que hay cosas que se me escaparon y que,
posiblemente, ahora las podré comprender mejor, con más tranquilidad.
Mientras tanto, el tiempo ha
pasado, para bien y para mal. Ha hecho mucho calor, también ha llovido, y el
caminar diario, unas veces ha sido pausado y otras, realmente alborotado.
En El Museo de Bellas Artes, el otro pilar de la red museística bilbaína,
y que ahora parece que ha sido redescubierto por muchísimos de mis paisanos,
renueva su oferta de exposiciones temporales con una dedicado a Francisco
Durrio, vallisoletano de nacimiento, pero bilbaíno de adopción, y que
desarrolló la gran parte de su vida artística en el viejo París. Suele ocurrir
muy frecuentemente, que grandes artistas son unos tremendos desconocidos para
el gran público, y este es el caso del Paco Durrio. Amigo, valedor y casi
maestro de otros que hoy brillan con luz más que propia haciendo sombra a estos
otros humildes trabajadores del arte. Durrio vivió los últimos cincuenta y dos
años de su vida en París y allí se movió como pez en el agua en todas las
esferas artísticas de la época, entablando amistades indisolubles y
fructíferas. Gauguin, el gran Paul Gauguin, fue uno de esos astros que no
necesitan presentación, que estuvo unido a Francisco Durrio toda su vida. La
Exposición que nos trae el museo se titula “Francisco Durrio (1868-1940)Sobre las huellas de Gauguin”, y está compuesta por obras, no solo del
propio Durrio, sino de amigos y contemporáneos de él, sobre todo del antes
mencionada Paul Gauguin. Es variada, alegre, diría yo, curiosa, pues la
cerámica vidriada y policromada que trabajaba Francisco Durrio, es muy especial.
El “Monumento a Juan Crisóstomo de Arriaga”
que preside la entrada principal del Museo, fue un proyecto suyo que al final,
por diversos avatares, realizó uno de sus discípulos, el bilbaíno Valentín Dueñas, pero bajo la supervisión directa del propio
Durrio. Esa Musa que llora por la muerte del genio, Arriaga, ha formado parte
de nuestro bagaje paisajístico y cultural de la Villa desde siempre.
Durrio el escultor, el
orfebre, el ceramista, y sobre todo, el amigo, tiene su merecido reconocimiento
con esta exposición que el Museo de Bellas Artes de Bilbao, la ciudad de la que
él siempre se sintió, le brinda en estos tiempos un poco alejados de los suyos,
pero no tan distintos. Si gustan, ya saben, hasta el 15 de septiembre pueden
visitarla.
Bilbao se engalana con flores
y verde, con edificios maquillados y rejuvenecidos, con alegría veraniega, con
sus gentes, y también con los que la visitan y quieren verla desde las alturas,
desde Artxanda, por ejemplo,
montando en el popular “funi”, el funicular de toda la vida, bueno, el de hace
ya bastantes años, porque para subir a Artxanda el funicular ha tenido que
reciclarse unas cuantas veces… Y ya en las alturas, se puede ver cómo Bilbao
luce pequeña pero coqueta, se puede ver cómo serpentea la Ría entre sus calles
apiñadas, y cómo se toca, cual txapela, de una buena cantidad de puentes (de
puente a puente y tiro porque me lleva la corriente…). Artxanda es un pequerño
respiro que tenemos bastante a mano los del Botxo. Verde para admirar, respirar,
pasear… Un poco más arriba está la Ermita de San Roque, las vistas del
aeropuerto y hasta del mar un poco más lejos; espacios preparados para el
esparcimiento, el polideportivo de Artxanda, bares y restaurantes donde tradicionalmente
se han dado cita celebraciones de las que juntan a las familias, las consabidas
comuniones, bodas… Artxanda, todo un símbolo para los de aquí, claro, pero
también un lugar desde el que enseñar orgullosos a los de fuera nuestro botxito
querido…
Y un libro, también tengo un
libro para enseñarles, para compartir. Siguiendo la recomendación que me hizo
Antorelo en la entrada anterior, la dedicada a Auster y sus mujeres, estoy leyendo una historia encantadora: “Tombuctú”.
La estrecha relación entre un chucho sin pedigrí y un vagabundo que escribe
poemas y que ya ve próximo su último viaje, ése que le llevará hasta Tombuctú…
Me está encantando, es un canto a la amistad, no solo entre humanos, sino a esa
fidelidad que tienen los animales con quienes les dan cobijo y alimento. Una
delicia.
Y bueno, como no quiero
retrasar más estas historias, voy a dejarlo aquí y a colgar las fotos en cuanto
cene, porque, les digo: ya es de noche y, tengo un hambre…. ;)
Fotos:
Antonio y Edurne Escaneo libro y folleto más texto: Edurne Imágenes de Francisco Durrio: Internet
10 comentarios:
¡ Que hermosa es tu Bilbao Edurne...!maravillosas fotos y tu relato , por momentos me dio la ilusión de caminar contigo y que me lo fueras contando...besos
Amiga Edurne, el cantábrico es el gran desconocido, tapado por las vacaciones de calor en contra de las de historia. He tenido la suerte de visitar varias veces Euzkadi y visitar Bilbao y todas ellas ha sido una gozada.
Saludos
Bonitas fotos, buen texto, pero con una letra muy incómoda para leerla.
Un abrazo
Tendrás que perdonarme, si puedes, Edurne, pero sé que lo vas a entender: no he querido desconectar, pero ayer ha llegado "mi ruso" y el resto de los míos llegarán el jueves, lo que me deja poco tiempo para bichear por la Red; aunque eso no quiere decir que no tenga siempre un beso dispuesto para ti.
Y mi cariño.
Bilbao cada día está mas guapa!
A mi me tienes muy bien acostumbrada a tus crónicas...
Una observación, como haces para estar mas bonita que nunca???? :)
Un abrazo Orillera.
ELBA:
Querida amiga, gusto verte de nuevo chapoteando...!
Pues me alegra llevarte de la mano por mi Bilbao querido!
Muxutxuak!
;)
NEL:
El Cantábrico tiene algo especial, es cierto...
Gracias!
Besos.
;)
ANTORELO:
Tombuctú me ha encantado, gracias por la recomendación!
Huy, ya lo siento, procuraré buscar otros tipos de letra menos complicadas...
Abrazos!
;)
FRANCISCO:
Usted está más que perdonado, caballero, y más con el ruso en casa, y con los nietos... nada, usted cuídese y disfrute de los suyos!
Besotes!
;)
ISTHAR:
Baietz! Gero ta politagoa!
Muxutxuak!
;)
CECY:
Tú ya eres vieja paseante de esta Orilla y te conoces muchos de estos rincones que traigo una y otra vez entre la espuma de las olitas...
Gracias por estar siempre!
Besotes y abrazos apretaditos, linda!
;)
Bilbao siempre ha tenido su encanto, y, aunque antaño vestía de gris, siempre ha sido bonito.
Pero, además, un día se quitó el mono de trabajo decidió ir siempre bien guapo y con traje de domingo.
Hoy hemos dado un bonito paseo.
Un besote.
MARÍA:
Que como hay tanto turista, nada, que te me has camuflado entre ellos y ni te he visto con tú cámara a cuestas hasta hoy! Parkatu!
Pues sí, todo eso que has dicho es verdad, así que te agradezco tus palabras mucho, mucho, mucho!
Muxutxuak!
;)
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